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artículo se desarrolla en un texto escrito en negro y se acompaña
de imágenes
con un amplio comentario explicativo (en
rojo y cuya finalidad es razonar las ideas).
Podrá leerse completo, pero si desea hacerlo entre líneas, bastará
con seguir
la negrilla o
las letras rojas destacadas.
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EL
PRESENTE ESTUDIO PRETENDE ENCONTRAR LOS ORÍGENES DEL FLAMENCO EN
MOMENTOS PREVIOS AL SIGLO XVII. ANTES DE QUE LOS GITANOS ESPAÑOLES
LO TRANSFORMARAN Y CONVIRTIERAN EN SU
FOLKLORE. NUESTRA FINALIDAD ES PODER APORTAR UNA NUEVA VISIÓN A LA
HISTORIA DEL FLAMENCO, CUYOS TRABAJOS RELACIONADOS CON EL MUNDO
GITANO SON TAN ERUDITOS, COMO SOBRADAMENTE CONOCIDOS Y ACERTADOS.
SOBRE
ESTAS LÍNEAS:
Vitrina
del Museo
Arqueológico de Florencia
(al que agradecemos nos permita divulgar nuestras imágenes). En ella
podemos observar
un “arpa curvada”,
cuya forma posibilitaba tañerla apoyada sobre el hombro. Bajo
esta, dos flautas egipcias pertenecientes a Reino Nuevo
(fechadas entre el 1550 y el 1070 a.C.). Iniciamos nuestro artículo
de hoy narrando una
anécdota sucedida
en este museo florentino, entre
Guiseppe Verdi y un musicólogo de la época; quien intentaba
convencer al compositor de Aída que en el estreno de esta obra,
hiciera sonar instrumentos auténticos del Egipto Antiguo.
.
ABAJO:
Como
decimos, comenzamos relatando un curioso sucedido con Verdi; historia
que oí de niño -contada por un tío abuelo mío- y a la que por
entonces no presté mucha atención. Narraba aquel hermano de mi
abuelo como un
musicólogo llamado Francisco José Fetis, a mediados del siglo XIX
decía haber encontrado los secretos de las Escalas egipcias.
Por lo que planteó
al compositor de Aída, que en su ópera tenía que introducir
instrumentos de época faraónica. Tanta fue la insistencia de aquel
“viejo sabio”, que logró llevar a Verdi hasta el Museo
Arqueológico de Florencia, para mostrarle los sonidos del Egipto
Antiguo. Aunque
tras los primeros tonos emitidos por ese “anciano investigador”,
parece que
el compositor de óperas entró en cólera, advirtiendo a Fetis que
aquello sonaba a rayos.
Enfadándose tremendamente con el
musicólogo, que discutía acerca de la belleza de las notas que él
obtenía de las flautas faraónicas. Aunque sobre todo indignó a
Verdi la aseveración de que debía contratarle para tocarlas durante
la inaguración de Aída (obra
que, como sabemos, encargaron para conmemorar la apertura del Canal
de Suez).
.
Había
olvidado yo prácticamente aquella anécdota; aunque la recordé con
alegría al
visitar el Museo Arqueológico de Florencia.
Donde, con sorpresa, vi
las famosas flautas que hizo sonar el mencionado Francisco José
Fetis; intentando convencer a Verdi para que le llevase a El Cairo.
En imágenes superiores recojo esos instrumentos que guarda el museo
florentino. Abajo, una fotografía de quien me narró la anécdota
(mi tío abuelo Martín), tomada en mayo-abril de 1920 en el jardín
de casa de sus padres. En
ella vemos a mi tío abuelo -en el extremo derecho- y en el centro, a
mi bisabuelo. Se encuentran junto
a la familia de la emperatriz Eugenia de Montijo y a la de Lesseps;
quienes promovieron el Canal de Suez, de cuya apertura surgió la
ópera Aída. Sobre todo ello, mi tío Martín narraba una historia
de primera mano,
totalmente cierta y que abajo recojo; suceso que
no hace mucho encontré descrito en un trabajo de Pilar Gónzalez
Serrano
(de manera casi igual a como la escuche de niño).
A)
INTRODUCCIÓN (una anécdota sobre la musicología egipcia):
.
Previamente
a desarrollar el tema de hoy, desearía recoger un sucedido
entorno a la música egipcia y al maestro de la ópera, Verdi.
Historia de la que tuve cierta referencia de joven, cuando me la
relató mi tío Martín Santafé. Quien me contó el hecho que hoy
recojo y que igualmente refiere Pilar González Serrano -con algunas
variaciones , aunque con menor situación de comicidad-. Lo que
aconteció en aquel Museo de Florencia se los había referido a mi
tío Martín, su progenitor (mi bisabuelo). Sucedió hacia 1869,
momento en que el padre de mi abuelo tenía unos “veintitantos”
años y se encontraba trabajando en París (tras huir de las Guerras
Carlistas que asolaban su tierra natal -Navarra-). Él se llamaba
Nicolás Santafé Arellano; era músico y matemático. Residía en la
capital de Francia, donde logró relacionarse con la Corte española
huida allí, durante los años de nuestra Primera República.
Consiguió que gran parte de los exiliados invirtieran o depositaran
sus fondos en el Credit Lyonnais, el banco en él que trabajaba. De
ese modo, ayudando a unos y otros -mientras tocaba la flauta en un
cuarteto-; se introdujo en los más famosos salones parisinos, donde
se hizo con las mejores clientelas. Tanto fue su éxito, que pronto
entró en contacto con la Emperatriz Eugenia de Montijo y con los más
cercanos a la monarca francesa; entre los que se encontraba Fernando
Lesseps (el creador del Canal de Suez). Años después, cuando unos y
otros tuvieron también que huir o exiliarse de Francia (al derogarse
la monarquía y estallar el escándalo de Suez-Panamá); continuó
asesorándoles para salvar su capital. Con motivo de que podamos
comprobar cuanto narro, en imágenes superiores recojo en fotografía
a los descendientes de Lesseps (condes de Mora) y a Eugenia de
Montijo, en casa de mi bisabuelo (en 1920).
.
Tras
lo antes dicho, narraré la anécdota sucedida entre Francisco José
Fetis y Verdi -tal como me la contaron-: Al parecer, Verdi desde
1860 gozaba de tal reconocimiento social que era considerado una
gloria nacional (ocupando cargos en el Senado y recibiendo todos
los honores). Ese éxito le llevó a componer tan solo lo que le
apetecía y a trabajar cuando le venía en gana; por lo que hacia
1865 le contactaron para realizar una ópera con motivo de la
apertura del Canal de Suez, pero se negó a ello -afirmando que
no era un compositor de “operetas por encargo”-. Tras años de
“tira y afloja” advirtiendo que o la hacía él o se la iban a
encargar a Wagner, se comprometió a tenerla lista para la fecha
de apertura de Suez. Pese a ello, en 1869 el Canal se abrió
finalmente y aunque se había construido un teatro para inagurarlo
con Aída, la ópera no había sido concluida -debido a lo que
tuvieron que representar Rigoletto-. Quienes habían promovido las
obras de Suez (Fernando Lesseps; con el apoyo económico de su
“prima” Eugenia de Montijo) parece que terminaron hartos de
Verdi y desistieron. Por lo que el Pachá de El Cairo (Ismail,
virrey de Egipto) quiso pagar y representar finamente la ópera,
de la que Verdi decía no haber tenido tiempo para componer. Así que
para aumentar el interés del italiano, buscaron un egiptólogo
que se encargase de todo, con el fin de ambientarla perfectamente en
los tiempos faraónicos. El elegido para ese fin fue el famosísimo
Mariette, que bosquejó el proyecto de argumento, consiguiendo
hacerse con la voluntad de Verdi. Quien accedió terminarla, tras
leer ese boceto de libretto y recibir la promesa de Mariette de que
se comprometía a revisar toda la representación, para que su
atrezzo y ambiente se realizase conforme a los cánones y estéticas
del Egipto Antiguo.
.
Tanto
era el celo de los estudiosos del mundo faraónico por lograr la
veracidad en la escena de la ópera, que rodearon a Verdi de
infinidad de asesores. Quienes llegaron a intentar que compusiera en
base a temperamentos nilotas y con instrumentos semejantes a los
coetáneos -introduciendo nuevas arpas y flautas en obra que
finalmente conocimos como Aída-. Unos y otros le daban lecciones
acerca de musicología y costumbres del Egipto Antiguo, por lo
que Verdi se encontraba ya harto de tanta teoría. En este estado, en
1869 el famoso compositor y profesor belga Francisco José Fetis, le
obligó a ir hasta el Museo Arqueológico de Florencia. Una vez allí,
abrió sus vitrinas y comenzó a darle a Verdi una lección de
temperamentos egipcios antiguos, a la vez que hacía sonar
aquellas flautas que tenían más de tres mil años. Al parecer, era
todo una cacofonía, pese a lo que F.J.Fetis recomendaba a Verdi
que debía componer en aquellos tonos su nueva ópera; además de
aconsejar llevarle hasta El Cairo, para interpretar las melodías con
las flautas auténticas. Dicen que primeramente el italiano
advirtió al belga de su edad (pues el mencionado Fetis tenía ya
unos ochenta años) y más tarde ya le dijo abiertamente que su
teoría era una marranada. Entraron en una discusión, en la que
comenzaron por llamase ancianos; pero terminaron a palos. Todo,
dentro del Museo; mientras los directivos y celadores de aquella
institución, solo intentaban salvar la flauta egipcia. Instrumento
con el que Fetis amenazaba darle un baquetazo a Verdi; mientras este
levantaba su bastón en tono también amenazante... .
.
Dicen
las “malas lenguas” que a raíz de esta discusión, murió el
famoso profesor belga; quien era ya octogenario y que realmente
falleció un año más tarde -seguramente por motivos muy distintos-.
Sea como fuere, allí quedaron las flautas y la historia de la
música egipcia escrita por F.J.Fetis; todo ello rubricado con las
peleas entre él y Verdi, mientras se componía Aída. Una obra que
se estrenó dos años y medio después de la apertura del Canal de
Suez y en un momento en que ya había caído la monarquía francesa
que lo promovió (tras declinar Eugenia de Montijo al trono, en
enero de 1871). Toda esta historia y muchas otras me fueron referidas
por mi tío Martín, hermano de mi abuelo; quien las había escuchado
comentar a su padre. Mi bisabuelo Nicolás, posiblemente entró en
contacto con Fetis, ya que también era flautista y vivía en París
(donde este belga tenía su cátedra). Mi primo Angel -hijo mayor del
primogénito de los Santafé y catedrático de contrabajo- heredó la
flauta del bisabuelo, junto a las partituras dedicadas por Verdi.
Pues -al parecer- el padre de mi abuelo asistió a El Cairo a la
primera representación de Aída referida. Desconozco si aún
mantiene mi primo esas partituras de Aída y otras cosas de Verdi; o
si entre los enseres que le llegaron están notas y referencias al
mencionado F.J.Fetis. Con mucho cariño desde estas lineas le envío
un saludo, por ver si nos encontramos y charlamos de todo ello.
ARRIBA:
Otra
imagen del interior
del Museo Arqueológico de Florencia.
En este caso, salas
faraónicas donde se produjo el “encontronazo entre Verdi y F.J
Fetis. Una historia que Pilar González Serrano recoge del siguiente
modo:
“El
inicio de los estudios de Musicología egipcia se asocian a los de la
propia
Egiptología, es decir a la famosa expedición napoleónica al Valle
del
Nilo (1799) y a la no menos célebre de Champollion (1828-30), ya que
en
el transcurso de las mismas se adquirieron, entre múltiples y
variadas
piezas
arqueológicas, un buen número de instrumentos musicales que fueron
depositados en el Louvre. Posteriormente, hay que destacar la labor
de
Mariette quien fue quien realizó los primeros estudios sobre la
evolución orquestal y sociológica de la antigua música de
Egipto. Fue el propio Mariette quien junto con Du Lóele asesoró
a
Antonio
Ghislanzoni,
el autor del libreto de Aida, y al propio Verdi, quien compuso la
música.
.
Dicha
ópera se escribió por encargo de Ismael Pacha, virrey de
Egipto y fue estrenada en el Cairo la
Nochebuena de 1871, con motivo de la
inauguración del Canal de Suez,
construido por el ingeniero y diplomático Fernando
María de Lesseps (1805-1894). Como
era de esperar, Verdi hizo una
versión romántica de la corte faraónica, consciente de que nada
tenía que
ver con la realidad histórica. Es más, como músico genial, en el
que el talento
y el oficio fueron siempre a la par, tuvo muy presente lo difícil y
absurdo que podía resultar el intentar parodiar un pasado aún mal
conocido. Lo
que sí hizo fue utilizar con gran profusión los elementos de viento
y cuerda,
con tal sonoridad y acierto que a partir del estreno de tan célebre
ópera, el gran público, sigue
asociando la música egipcia, en un acto de
fe, con la compuesta por Verdi para la
citada obra.
.
.
De
la sutil perspicacia de Verdi son testimonio sus propias reflexiones,
expresas en una carta al conde de
Arrivebene, en la que criticaba las tentativas hechas por un tal
Fetis, autor de una Historia de la Música, para llegar a tocar un
instrumento de viento egipcio: “No crea que aborrezco a
ese charlatán porque me ha estado
cansando, sino porque un día me
metió de cabeza en el Museo de
Florencia para inspeccionar un tubo en el
cual pretende haber descubierto el
sistema de la antigua música egipcia,
como asegura en su Historia de la
Música. ¡Qué bribón!. Así se falsea la
historia y los tontos aumentan sin que
se desmienta el engaño” (1)
.
.
BAJO
ESTOS PÁRRAFOS:
Otra
de las vitrinas del Museo
Arqueológico de Florencia
(al que agradecemos
de nuevo, nos permita divulgar nuestra imagen). Se encuentra muy
cercana a la anterior estantería -con flautas-, aunque en este caso
expone
vasijas nagadienses; pertenecientes a este periodo predinástico de
Egipto. La
institución florentina las fecha entre el 3650 y el 3300 a.C.; años
en los que data esa etapa denominada Nagad II (ó Naqad). Aunque
otros expertos retrasan un tanto aquella fase segunda del Nagadiense,
moviéndola en un arco que comprende desde
el 3500 al 3150 a.C..
Siendo por lo tanto, justamente anterior
al nacimiento de las dinastías faraónicas, cuyo inicio se marca
hacia el 3100 a.C. -con el comienzo de la época Tinita-.
.
Vamos
a estudiar en profundidad en el presente artículo jarros como los
que vemos fotografiados, ya que hemos observado representados en la
mayoría de ellos, danzarinas sobre barcos, junto a aves flamencas.
Evidentemente, no defenderemos que es este el origen directo de
nuestro baile y música Flamenca; cuyo nombre sabemos es un
neologismo de fines del siglo XIX. Aunque sí afirmaríamos de manera
rotunda que en el Mediterráneo, desde tiempos ancestrales, se
desarrollaron danzas y melodías totémicas inspiradas en las aves
-cuyo fin era atraer o adorar a ciertos animales-. En esos bailes
y músicas del totem, desde la más remota antigüedad imitaban
principalmente pájaros sagrados y acuáticos; sobre todo en el
mundo minóico-chipriota, egipcio y griego arcáico (civilizaciones
que constituyen los pilares de la nuestra). Siendo así, creemos
que es este el carácter totémico de nuestras danzas y música
Flamenca; un que folklore se mantendría en costumbres y rasgos
durante milenios, conservando movimientos, melodías y ritmos.
Debido a ello, pienso que en el siglo XIX, calificaron como
“Flamenco” a este arte desarrollado principalmente en el Sur de
España; porque sus danzas y los sonidos sincopados nos recuerdan a
los de las aves zancudas. Grullas, Flamencos o Cigüeñas, que
fueron totems sagrados para nuestros antepasados (por cuanto tenían
de benéficos entre los marineros y en los campos). En cuyas
maneras y formas se inspirarían los danzantes y músicos de zonas
como Andalucía; donde los flamencos, las garzas y las cigueñas eran
aves tan bienvenidas como protegidas.
B)
LOS JARROS NAGADIENSES:
.
1)
EL PERIODO LLAMADO NAGADA (o Naqada):
.
Esta
etapa corresponde al Neolítico y Eneolítico del Valle del Nilo,
siendo la anterior a la época dinástica. Se divide en dos fases:
Una primera denominada Amratiense (Nagada I) que comprende desde el
4800 al 3800-3500 a.C.; y la Nagada II que se suele fechar desde el
3800 al 3100. Durante el Nagadiense I, los utensilios de piedra,
marfil, hueso o cerámica son de gran calidad y alta manufactura
-destacando las vasijas de color rojizo rayada en blanco y otras
negras con incisiones-. Por su parte, el Nagadiense II
comúnmente se data del 3800 al 3100; aunque sus inicios algunos
investigadores los ven más cercanos al 3550 a.C. y su final más
próximo al 3150 a.C.. Durante este tiempo se generalizó el uso
del cobre, lo que diferencia claramente la fase primera de esta
segunda -de calcolítico pleno-. En su infinidad de tumbas
aparecidas, se hallaron numerosos vasos cerámicos enterrados junto
al difunto; al que se disponía en fosas, tumbado de costado y
guardando posición fetal (de manera muy similar a los enterramientos
de nuestras tierras durante épocas paralelas -calcolítica, Vaso
Campaniforme-).
.
Los
jarros Nagadienses II, encontrados en cenotafios del Nilo, fechados
entre el 3600 y el 3100 a.C.; han servido para distinguir numerosas
divinidades de la época y para conocer las formas de
construir sus santuarios (las casas y barcos). Tanto como para
comprender el modo de cazar o de adorar animales. Presentan estas
cerámicas -como las que vemos en imagen superior- pictogramas de los
que posteriormente nacerán varios jeroglíficos de escritura (2)
. Asimismo, se observan en ellos estandartes, velas y personajes,
que van adornados con muy diferentes símbolos. Entre los que se
distinguen cazadores y danzarinas totémicas, comúnmente
representados sobre barcas y rodeados de aves acuáticas
(especialmente flamencos).
.
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Fotografía
de la tumba de Fuente Olmedo
(Valladolid), reproducida en
el Museo Arqueológico Nacional -al que agradecemos nos permita
divulgar nuestra imagen-.Se trata de una reconstrucción
del modo en que se inhumó a un jefe de tribu -o un guerrero-,
durante el periodo del Vaso Campaniforme (entre el 2800 y el 1800
a.C.). El paralelismo con los rituales de enterramiento en Nagada II
(Egipto) nos hace pensar en una posible influencia entre esta cultura
y las que se desarrollaron después en la Península Ibérica. Un
difusionismo religioso o de costumbres, que pudo deberse a que el
periodo de Nagada II se desarrolló en los lugares con minas o
tránsito de oro en el Nilo. Pudiéndose pensar que quienes dominaron
e impulsaron esa etapa egipcia, basaron su civilización en la
búsqueda e intercambio de metales; en especial del cobre y del oro.
Todo lo que explicaría su aparición en tierras de Iberia,
tan ricas en minas (un lugar al que se llega desde el Nilo, bordeando
las costas del Norte de África -en caravanas o en barco-).
Durante
el Nagadiense II, Egipto no estaba unificado y se supone que se
hallaba dividido en dos “reinos”: El Alto y el Bajo Nilo -cada
uno con distinto mando y capital-. Hacia el 3100 a.C. hemos de
considerar que ambas “tierras” fueron unificadas bajo un solo
monarca, cuya corona contenía los símbolos del Sur y del Norte.
Unión que se supone llevada a cabo bajo el mandato del faraón
legendario Minu. Un rey “mulato” (también llamado Min), cuyo
tono de piel significaba la fecundidad de los limos del río Nilo y
el color de las gentes que cultivaban las riberas -la dualidad racial
de Egipto-. Hasta el inicio de ese periodo dinástico y desde el
3600 a.C., la cultura se había difundido desde la ciudad de Nagada
(Naqada). Situada a unos 25 kilómetros al norte de la actual
Luxor (la vieja Tebas) y junto a donde se halla Kom-Ombo. Aquella
vieja capital del periodo Nagadiense II se llamó en egipcio antiguo
“la urbe del oro” (Nubt), por encontrarse en las inmediaciones de
las mayores minas áureas egipcias. Desde ella se distribuían
enormes riquezas por todo el Nilo, al ser -además- el paso de
caravanas procedentes de Nubia (cargadas de metales preciosos). Un
lugar que hoy se denomina Naqada y al que los griegos nominaban
“Ombo”; donde los helenos construyeron uno de los grandes templos
del Nilo (conocido hoy como Kom-Ombo).
.
Desde
el primer periodo Nagadiense (4800-3600 a.C.) era ya esta urbe una
ciudad de enorme importancia; teniendo sometidas las poblaciones
y territorios en centenares de kilómetros. Posteriormente -durante
el Nagadiense II- paso a ser Naqada una confederación que dirigió
el poder en todo el Sur del Egipto Predinástico. Finalmente, en
etapa dinástica (después del 3100 a.C) se convirtió en la
cabeza del Nomo V del Alto Nilo; y como tal, en una de las urbes
más importantes del imperio faraónico (al menos, hasta que en el
Periodo Hicso trasladaron la capital egipcia a la actual Luxor).
.
Los
restos de aquella antiquísima Nubt (la “ciudad del oro”; que
llamaron los helenos Ombo y que hoy conocemos como Kom-Ombo); se
encuentra todavía en las riberas del Nilo y junto a la moderna
Naqada. Podemos llegar hasta ella viajando río arriba, en
unas pocas horas tras partir de Asuán; donde divisaremos en la
orilla izquierda las ruinas de su gran templo (dedicado al dios
cocodrilo -Sobek- y al Horus antiguo -llamado Haroeris-). Su
situación, junto a las antiguas minas de oro -agotadas ya en
época dinástica- y en el camino de las caravanas procedentes de
Nubia -por donde subían los cargamentos de metales preciosos-;
la convirtió en la capital del dinero. Ello, en una época
en la que el “patrón oro” comenzaba a nacer y durante un
tiempo en el que faltaban casi tres mil años para que aparecieran
las primeras monedas -como metal acuñado, que se inicia en la Lidia
helena (hacia el siglo VII a.C.)-. Pese a todo, en aquellos siglos
predinásticos ya se concibió ese valor oro que prevalecería
durante todo el imperio faraónico y que -a falta de moneda- mediría
las riquezas y la economía faraónica con aros de este metal
(que los funcionarios reales pesaban y clasificaban).
.
Por
los motivos antes expuestos, Nubt (Naqada) era tenida por la
ciudad de la prosperidad y como tal se adoraba allí al dios de las
riquezas. Una deidad que se relacionaba con el griego Plutón,
pero que se representaba en Egipto como un Cronos-Meiliquios,
personificado en un cocodrilo; llamado en mitología del Nilo Sobek.
A su vez, se veneraba en el mismo recinto a otro dios del oro: El
Horus más antiguo, denominado por los griegos Haroeris y que se
identificaba con Harpócrates (en niño dios que vencía al cocodrilo
y sanaba a todos, logrando atrapar a las serpientes y a los
escorpiones). Por tal motivo, aquel templo de Kom-Ombo fue
dedicado a estas dos deidades, Sobek y Haroeris (el cocodrilo y
el niño sanador que vence a los reptiles); relacionando el poder del
oro y del dinero con las curaciones. Riquezas que a unos corrompía
-convirtiéndoles en reptiles-, pero que a otros lograban curar -como
lo hacía Harpócrates-.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos
fotografías de Kom-Ombo. Arriba, la llegada y su vista desde el río
Nilo. Abajo, una fotografía mía de hace años, en el templo de
Kom-Ombo (junto un sobrino mío que se llama Mario -el
mismo nombre que llevaba su padre y su abuelo-). Como podemos ver en
la imagen, el chico estaba un
tanto angustiado por lo que narraba el guía mientras nos llevaba a
la zona de Sobek, tras
enseñarnos la parte Norte del recinto sagrado (dedicada a Haroeris y
donde nos explicó los instrumentos médicos que allí había en
bajorrelieves, en memoria de ese dios sanador). Al entrar en la zona
Sur del templo, comenzó a explicarnos que Kom-Ombo fue la ciudad del
oro y por lo tanto de las riquezas. De ello que se adorase allí
también al cocodrilo, como deidad del mal y de la guerra; dios de
los ricos, que entregaban en sacrificio niños a esos reptiles.
Infantes que -según narraba- eran regalados a los cocodrilos
sagrados, con el fin de sanar a los mayores. Curación de
enfermedades que en épocas arcaicas de Egipto (al parecer) se
procuraban inmolando inocentes; tal como hacían en los serpentarios
de Meilikios, los habitantes prehelenos del Egeo -en etapas de
adoración al daimón y anteriores al culto de Zeus-. De ello la
angustia del chaval en la imagen; mientras oía aquellas historias
del templo del cocodrilo, en Kom-Ombo... .
.
.
.
.
2)
LOS JARROS NAGADIENSES II, REPRESENTANDO BAILARINAS Y FLAMENCOS:
.
Pasamos
a describir algunas de estas vasijas, de las que habíamos
analizado ya en nuestro anterior artículo un gran vaso procedente
del Ell Amrah (propiedad del British Museum).
Cerámica fechada hacia el 3300 a.C. y en la que se representa una
escena de caza (o bien totémica) que expresa la captura de aves
acuáticas del Nilo.
Donde
-como dijimos- vemos: Una
mujer que danza, mientras dos hombres baten los boomerangs,
a modo de palillos (uno de ellos luciendo sobre su cabeza cuernos
-semejantes a los de cabra y quizás de Amón-).
Todos sobre un gran barco; con
dos camarotes, remos y cuya proa tiene un espolón, también con
astas (aparentemente caprinas, posiblemente de Amón).
Grupos de aves acuáticas (claramente, flamencos), aparecen
por encima y bajo la nave. Además, la
tinaja va decorada con dibujos alternativos de redes, dando a
entender claramente que se trata de una captura de aves acuáticas.
Que antaño se cazaban valiéndose principalmente de trampas
fabricadas con red o bien usando el boomerang -ya que con flechas y
arco se hacía muy difícil abatir esas piezas-.
.
Como
anteriormente decíamos, esta
vasija de El-Amrah, describe un ritual totémico o una actividad
cinegética, en la que varios hombres y una danzarina intentan imitar
a flamencos; para venerarlos, atraparlos o atraerlos.
Ya que el
“canto” de esas zancudas es similar al sonido de las castañuelas;
tanto como el movimiento de sus patas y cuello, es semejante al que
vemos en la mujer pintada en el jarro.
Por lo que a mi entender, actuando del modo que representa la vasija;
realizarían
un baile totémico con fines mágicos, o simplemente intentarían el
“reclamo” de aves (copiando
sus ademanes, para adorarlas o bien con la intención acercarse y
cazarlas con redes). No
siendo absurda la hipótesis que sostengo, al mantener que este tipo
de danzas cinegéticas, pudiera ser uno de los orígenes más
antiguos del folklore andaluz. Cuyo arraigo estaría en la veneración
e imitación a las zancudas, por cuanto de benéfico tenían;
en especial en las zonas pantanosas. Al ser de gran ayuda para los
agricultores y pescadores; sobre todos en las Marismas y en el
Atlántico (donde
servían de guías para buscar el rumbo o la costa, marcaban los
ciclos calendáricos y limpiaban los campos de sapos, culebras e
insectos).
.
ABAJO:
De
nuevo, otra
fotografía del jarro de Ell Amrah, propiedad del Museo Británico
(al
que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). En
ella,
tal como venimos anotando, se
observa claramente una escena totémica
-de caza o de veneración a las aves acuáticas- relacionada
con los flamencos y el baile.
Asimismo
decíamos en nuestro artículo anterior que aquella
denominación de arte “flamenco” es muy moderna; tanto que hasta
hace apenas un siglo “aflamencado” no significaba más que
“gallardo” o “gallito”. Ya que
esta voz que hoy define al folklore del Sur de España, no aparece en
nuestro léxico hasta fines del siglo XIX. Siendo un neologismo aún
en 1897 y no habiéndola recogido el Diccionario de la Real Academia,
hasta 1925; con esta acepción relacionada con la música y danza
(3)
. Por todo ello, teniendo la certeza de que su significado unido al
folklore no va más allá de un siglo y sabiendo que comenzaron a
utilizar la expresión “Flamenco” algunos expertos en etnografía,
hace unos ciento cincuenta años. Hemos
de entender que quienes dieron este nombre al arte popular del Sur,
fueron los amantes y estudiosos de las tradiciones hispanas.
“Costumbrismo” que por entonces nació como movimiento procedente
del romanticismo; capitaneado
por intelectuales como Merimeé y Bizet -en Francia- o los hermanos
Bécquer y Demófilo -en nuestras tierras-.
Denominando, a mi juicio, esos etnógrafos “Flamenco”
al arte de las gentes de Andalucía; tras
observar como sus músicos y bailarines parecían copiar los ademanes
de las zancudas -en sus movimientos y ritmos- (4)
.
.
Acerca
de los boomerangs representados en los jarros de Nagada, también
escribíamos que las castañuelas
-chacletas- egipcias solían ser fabricadas en marfil de hipopótamo
(encontrándose ejemplares fechados ya en el 3300 a.C.). Su
forma
curva, ya dijimos que -a mi juicio-, procedería
de los colmillos con que las hacían:
Los delanteros de hipopótamo, que
presentan una sección perfecta para este uso. Bastando
partirlos por la mitad, para lograr las castañuelas en imagen. Con
una enorme dureza elástica y que gracias
a este marfil producirían un fuerte sonido, conteniendo una gran
resistencia.
Aunque lo
más probable es que se mojaran en aceite y se tocasen tras haberlas
humedecido en agua; para evitar así, que se secaran y partiesen al
entrechocarlas.
En el artículo que precede a este, habíamos escrito lo que en el
siguiente párrafo resumimos sobre esas castañuelas egipcias
(utilizadas ya desde épocas tan antiguas):
.
Vimos
cómo originariamente ese instrumento
-denominado castañuelas, palillos, chacletas o tablillas de choque-
tuvo
forma de un boomerang y su origen debió hallarse en este artilugio
para cazar:
Piezas de madera con diseño curvo golpeadas; pero cuya forma también
permitía que retornasen, tras ser lanzadas. Debido
a ello, durante las primeras dinastías, las "castañuelas"
egipcias todavía conservaban la apariencia de boomerang
(semejante a un "7"); aunque
también se fabricaron en forma semicircular
sobre colmillos de hipopótamo -seccionados en su mitad-. Tras el
Imperio Medio, pasaron a esculpirse con dos manos y unían las
tablillas con una cuerda. Siendo
comúnmente que uno de los palillos fuera menor que el otro, por lo
que al repicar sonarían con tonos diferentes
-al igual que sucede con nuestras castañuelas, que también tienen
un "macho", una "hembra" y van atados por un
cordel-”. Lo
anteriormente resumido -a mi entender- hace evidente la unión
directa de los “palillos” que hoy se utilizan en el Flamenco y
las chacletas nilotas
(abajo en imagen; fechadas hace más de 5300 años). Siendo
el Antiguo Egipto -a mi parecer- uno de los orígenes de la danza y
melodías que aún permanecen en España.
ARRIBA:
Foto
compuesta. De derecha a izquierda: Caza de aves acuáticas con
boomerang, representada en la Tumba de Nebaúm
(fresco en propiedad del Museo Británico, al que agradecemos nos
permita divulgar la imagen). En
el centro, detalle del jarro nagadiense de El Amrah,
en que vemos los tocadores de “castañuelas” (palillos), con
forma de boomerang. A
la derecha, dos chacletas nagadienses en hueso, fechadas también
hacia el 3300 a.C.
y construidas con colmillo de hipopótamo (arqueadas; usando un
diente delantero, partido en dos). Como
podemos observar, es innegable la unión de estos boomerangs usados
en la caza de aves acuáticas, con los palillos o castañuelas
egipcias. Unas
chacletas que en los jarros nagadienses veremos siempre unidas a aves
como las garzas; seguramente porque el ruido o “canto” del
flamenco es el golpear los picos ritmicamente (a modo de “palillos”).
.
ABAJO:
Foto
compuesta. A la izquierda el modo de batir “chacletas” o
“palillos”, tal como nos lo mostraron usando simples cantos de
río, en la Fundación Joaquín Díaz de Urueña (a
la que agradecemos nos permita divulgar la imagen).
A la derecha, tres ejemplos de castañuelas egipcias, en las vitrinas
del Museo Arqueológico de Florencia (al
que agradecemos nos permita divulgar la imagen). En la parte
superior, dos “palillos” o “chacletas” de marfil; y bajo
estas, uno en madera. Todos ellos fueron
tallados con forma de mano, indiscutiblemente pretendiendo darles un
carácter apotropáico, simbolizando la “Mano de Hathor”.
El de forma curvada estaría fabricado con un colmillo de hipopótamo
(de allí su forma semicircular y semejante a un boomerang de caza);
los dibujos redondos serían óculos mágicos para evitar el aojo. En
las otras dos, vemos los orificios abiertos en su extremo, para pasar
un cordel y atarlas a su pareja; tal como se sigue haciendo con las
castañuelas flamencas,
que van anudadas para facilitar el repiqueteo. Asimismo, estos
“palillos” del Antiguo Egipto se hacían con un “macho” y una
“hembra” , siendo uno de ellos más pequeño y de sonido más
agudo; de forma idéntica y tal como se fabrican actualmente
las castañuelas españolas.
.
.
.
.
3)
REPRESENTACIONES EN LOS JARROS NAGADIENSES II:
.
En
este epígrafe recogeremos numerosas fotografías de cerámicas de
ese periodo, para mostrar como en una gran mayoría de ellas se
representa danzantes y tocadores de palillos, subidos a un barco y
junto a aves flamencos (en ocasiones, también con cabras).
Asimismo veremos que existen infinidad de dibujos en las vasijas,
de lo que parecen velámenes, construcciones e incluso símbolos.
Signos que en muchos casos dieron origen a los posteriores
jeroglíficos y deidades del Egipto Dinástico.
SOBRE
ESTAS LÍNEAS:
Dos
jarros
nagadienses II;
a la izquierda uno hallado en Ma´mariya y hoy en el Brooklyn
Museum. A la derecha, un gran vaso propiedad del Metropolitan Museum
-agradecemos a ambas instituciones nos permitan divulgar als
imágenes).
Hemos compuesto la fotografía en paralelo, para poder compararlos.
En
el de Brooklyn se observan tres personajes sobre una gran barca, que
parece tener casi cincuenta remos y contiene un espolón de proa con
forma de caprino (considerado
un símbolo de Ra). Los
tres se elevan sobre los camarotes de la embarcación; la figura
central es una mujer que baila, junto a dos hombres que la acompañan
-en este caso no se distingue si están tocando castañuelas
(palillos)-. A mi juicio, podría tratarse de Hathor (diosa de la
danza y de la fertilidad) con Shu y Thoth; quienes le acompañaron en
su viaje desde Nubia hasta el reino de Ra. Al
lado de ellos, clavado sobre el camarote; un estandarte común en los
dibujos nagadienses
y que muchos interpretan como una unión entre hombre-mujer, al ser
una figura semejante a la bailarina con los brazos en círculo, que
tiene a su vez un gran pene. En
el último epígrafe analizaremos estos símbolos en profundidad. Las
representaciones Nagada II de este tipo, son interpretadas como
escenas y ofrendas de fertilidad; donde curiosamente no faltan casi
nunca aves flamencos.
Tal como vemos en el de Brooklin, en su parte lateral; contienen al
lado de los personajes signos a modo de “ssss” o bien “zzzz”
que pudieran tratarse de formas onomatopéyicas con las que marcaban
los sonidos (del agua, de los danzantes o de los animales).
Finalmente, en el jarro de Brooklin, veremos en la boca enlaces
continuados a modo de cuerdas o redes.
.
El
que tenemos en imagen a su lado (del Metropolitan) es muy parecido en
dibujo y representaciones, aunque
la mujer central no está bailando y se encuentra junto a un hombre
que se mantiene en segundo plano. Ambos se sitúan bajo un toldo
(palio) y nos hace pensar en una pareja divina, seguramente formada
por Hathor con
Shu o Thoth; en el mencionado viaje desde Nubia hasta el reino de Ra
(podrían ser los mismos personaes del jarro anterior). La
barca, en este segundo vaso de la derecha, va coronada con una
palmera que hace las veces de cuernos
de la gran cabra -simulada en su proa-. Teniendo en
la zona de popa de nuevo el estandarte que hemos identificado con la
bailarina y el hombre. Junto a este existe una serie de símbolos que
claramente nos recuerdan los “nudos de Isis” y a los cuernos de
Hathor, todo lo que me lleva a concluir que el estandarte es un
símbolo cercano a esta diosa (su cabeza coronada con las grandes
astas y el Sol en medio).
Finalmente señalaremos como en
este vaso aparecen también flamencos y
cabras, junto a un grupo de mujeres (posiblemente bailando).
.
BAJO
ESTÓS PÁRRAFOS: Imagen compuesta del
jarro antes mencionado, del Metropólitan Museum (al que
agradecemos nos permita divulgar la imagen). Este gran vaso
encontrado en Egipto central y fechado entre el 3500-3100 a.C.,
representa tres escenas de personajes en barcos fluviales, junto a
una de animales y montaña. Consecuentemente hemos numerado sus
cuatro lados, que a continuación analizamos:
1)
-Se trata de la que hemos estudiado en los párrafos anteriores,
junto al de Brooklin.
2)
-Otra representación de bailarinas en embarcaciones. La nave
lleva tres mujeres y una de ellas está bailando sobre los camarotes
centrales. La proa de nuevo va coronada con una palmera, a modo de
cuerna de cabra y frente a ella (ya en tierra) otra mujer mantiene
esa postura de cuerpo y brazos, que tanto nos recuerdan a las danzas
mediterráneas (como la del Vientre o el Flamenco). Bajo la
embarcación, una cesta que claramente parece una trampa para cazar
aves (posiblemente acuáticas). A la derecha, varios de estos
flamencos aparecen batiendo sus alas y a la izquierda otro grupo de
mujeres desarrollan otro baile (seguramente totémico y con el fin de
cazar ánades o zancudas). Todo ello sugiere una escena totémica
que posiblemente relaciona el cortejo y movimientos de las grullas y
flamencos, con los bailes que hacían las mujeres, junto al método
de reclamo y captura, para atraer los grandes pájaros de los lagos y
ríos.
3)
-Otra representación de naves y personajes, junto a aves acuáticas.
En este caso son cuatro los que viajan sobre los camarotes,
aunque existe una quinta figura que no sabemos bien si se
trata de un estandarte o de un hombre itifálico (pese a que
por el enorme tamaño y el extraño pene doble, creemos que es una
escultura). En este caso vemos claramente que los dos personajes
masculinos llevan boomerangs o palillos en sus manos y los están
batiendo a modo de castañuelas. Las féminas no sabemos si
bailan, pues en este caso apenas se percibe movimiento en sus
brazos. Bajo todos ellos, unas grandes hojas -de loto, quizás-, o
bien representaciones de redes y trampas para cazar aves de río
(que de nuevo aparecen al lado de estos).
4)
-Finalmente, esta cara del jarro tan solo contiene cabras y
flamencos, bajo algunas montañas. Todo ello me hace deducir que
fueron estas aves acuáticas y los antílopes -o el ganado caprino-,
la base alimenticia de la época de Nagada II. Un momento en el que
quizás se viajaba en busca de alimentos, desde esta ciudad antes
llamada Nubt, hacia el Sur del Nilo. Navegando más allá de la
catarata de la actual Asuán, y donde posiblemente capturaban o
compraban mujeres, que llevarían hacia el Alto y Bajo Egipto. De
todo ello pudo surgir la famosa leyenda de Hathor, la diosa de
la belleza y de la danza, que antes de mujer era una leona
salvaje que vivía en Nubia, pero a la que capturaron Shu y Thoth,
para llevarla en barco hasta el reino de Ra. Alli fue
domesticada por ese dios del Sol, que finalmente se enamoró de su
belleza salvaje y de sus bailes. Esa captura de aves, antílopes
y mujeres, es la que quizás es la que representan estas vasijas de
Nagada II.
En
las escenas antes analizadas, me hacen pensar que estos jarros de
Nagada II describirían las formas de cazar aves y cabras en su
época; aunque quizás también, el modo de importar mujeres bellas
desde Nubia hasta Egipto. Todo a través del famoso camino de
los metales: Caravanas terrestres y expediciones de barcos que
remontaban el Nilo hasta alcanzar la “tierra del oro” -que en
egipcio se decía “Nubt”; voz que daría nombre a Nubia y a la
antigua Nagada-. Consecuentemente, habríamos de pensar que los
bailes más “femeninos” del Egipto antiguo procedían de
estas zonas cercanas a la actual Sudán. Más aún, del África
central; pudiendo tratarse de danzas y ritmos semejantes a los que
hoy en día se conservan en áreas como Kenia, Etiopía (o en el
mismo Sudán); cuyas síncopas y movimientos contienen una belleza
inigualable.
.
De
tal manera, creemos que es este pudo ser el origen de Hathor, la
diosa del erotismo y de la danza; quien seguramente rememoraba esas
mujeres que importaban los caravaneros o los marineros fluviales,
tras recorrer el Nilo en busca de oro y féminas bellas
(magníficas y ágiles danzantes, con las que comerciarían).
Habiéndose especializado aquella zona del sur de Egipto próxima a
Nagada, en formar bailarinas y cantantes, para exportarlas. Un
negocio que sabemos existía también en el Sur de España; donde se
educaban chicas jóvenes desde tiempos ancestrales; para ser enviadas
a los lugares más lejanos. Mercado que menciona ya Estrabón,
hablando de que en el siglo II se exportaban mujeres músicos y
danzarinas, desde el Sur de Iberia hasta la India (5)
.
IMAGEN,
ARRIBA:
Dos
vasijas
más
Nagadienses
II.
Una del museo de Berlin -al que agradecemos nos permita divulgar la
imagen- y en la que vemos
cocodrilos junto a flamencos. Al lado, otro vaso,
propiedad del Museo de Cleveland -al que agradecemos nos permita
divulgar la imagen- y donde
aparece un barco con los cuernos de Ra
(figurados con ramas de palmeras) rodeado
de diversos símbolos.
Entre los que destaca la hoja de loto (o la palma) sobre la nave; y
un
extraño objeto junto a los camarotes. Palo con diversas traviesas
que parece una variante del estandarte anterior (consistente
en un mástil terminado en forma de figura humana, con dos ramas que
muchos consideran penes). Pese a todo, yo
interpreto que puede tratarse de un artilugio para la observación de
astros y por lo tanto para orientarse;
pues el dibujo representa por un lado montes y en el otro solo olas,
dando a entender que se trataría de navegación marina -al intuirse
en él descritos, al mar y costa escarpada-.
.
.
IMAGEN,
ABAJO: Un pequeño jarro por
sus dos caras, objeto
conservado en el Metropolitan
de Nueva York -al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-.
Igualmente fechado en Nagada II tardío (entre el 3300 y el 3100
a.C.), observamos en las dos
escenas representaciones de barcos; ambas naves llevan en el mástil
signos que yo reconozco como métodos de orientarse (ingenios
para leer las sombras y los astros). En este caso, vuelven a aparecer
filas de flamencos, aunque bajo ellos, muestra
lo que claramente parecen velas. Lienzos o esteras de esparto,
dispuestas sobre enormes postes. Por
lo demás, llama la atención en todas las barcas pintadas sobre
estos potes de Nagada, el enorme número de remos que lucen; llegando
a sobrepasar los cincuenta, todo lo que supondría naves de más de
cincuenta metros (dado que un remero necesita al menos un metro para
moverse y tirar bien de su pala).
Consecuentemente
con lo expresado antes de las imágenes, entenderíamos de este
modo parte del baile egipcio, como un arte con grandes influencias
llegadas de tierras muy lejanas a través del Nilo (de Sudán,
Etiopía, Kenia etc). Pudiendo haber existido entre las danzas
faraónicas un estilo plenamente relacionado con bailes totémicos y
africanos. Bailes y músicas especialmente interpretadas por mujeres;
debido a la antes referida importación de artistas venidas desde
tierras del Sur. Consecuentemente con este criterio, podremos
comprender parte de la clasificación de los tipos de danzas nilotas
que realizó en 1935 Irena Lexova. Catalogación que recoge y
resume en un estudio Florencia Alteri, en su trabajo dedicado al
baile del Egipto Antiguo (6) y
donde vemos como Irena Lexova en Ancient Egyptian Dances,
las separaba en diferentes tipos (7) .
A continuación recogemos esta clasificación, en la que marcamos
subrayadas aquellas que pueden tener relación con lo representado en
las vasijas Nagadienses II.
.
.
-Danza
de movimiento puro:
Comenzó
siendo una explosión de energía con movimientos inconscientes.
Corresponde a danzas de
períodos prehistóricos, donde
vemos imágenes con brazos en forma de cúpula o de corazón.
-Danza
Gimnástica o Acrobática:
Requería esfuerzo físico, elasticidad y entrenamiento. Son
representadas haciendo el puente y tocando la cabeza con los pies,
boca abajo.
-Danza
de Imitación: Señala
que no hay ni una sola pintura que ilustre una danza imitando
movimientos de animales, sin embargo considera que hay
indicios de que existieron y porque: “Los bailarines de todos los
países y todos los tiempos imitaron los movimientos de los animales.
Entre
las naciones primitivas, a las cuales los egipcios no pertenecían,
el objetivo de estas danzas, imitar movimientos de animales y de
fenómenos naturales, era atraer un animal determinado o evocar
cierto fenómeno natural (8)
.
-Danza
de Pares: Era
realizada por dos hombres o dos mujeres, no eran mixtas y su
característica
es la simetría. Se bailaba en el Reino Antiguo y en el Imperio
Nuevo.
-Danza
de Grupo: Tiene
muchas variantes porque se refiere a danzas en las que todos los
bailarines realizan distintos movimientos pero están
orgánicamente interconectados.
-Danza
de Guerra: Recreaba
las tropas.
-Danza
Dramática: Representaba
momentos históricos. Explica que muchos autores
dicen
que es la escenificación de un momento histórico y no una danza.
-Danza
Lírica:
se realizaba en banquetes y tenía
que ver con el romance y la competición entre dos hombres por el
amor de una mujer.
-Danza
Grotesca:
la bailaban grupos de enanos, eran cómicas y con mímica.
-Danza
Funeraria:
la autora las divide en tres tipos: danza ritual de los ritos
funerarios (era la más importante), la expresión de dolor de las
personas participantes del funeral y la danza secular que entretenía
al espíritu del muerto.
-Danza
Religiosa:
formaba parte del servicio religioso y era muy importante (9)
.
.
Existen
otro tipo de clasificaciones, como la de Kinney y que también recoge
Florencia
Alteri en el trabajo ya mencionado (10)
. Listado que podemos leer en la cita anterior, donde veremos que
coincide en gran medida con lo arriba presentado y descrito por Irena
Lexova. Un
catálogo de bailes egipcios entre los que hemos subrayado aquellos
que pueden figurar en los jarros de Nagada II. Donde vemos claramente
la primera de ellas y que denomina “Danza
de movimiento puro”,
diciendo la autora que “comenzó
siendo una explosión de energía con movimientos inconscientes”,
procediendo de períodos prehistóricos y que en ella vemos
movimientos con brazos en círculo y a modo de corazón. Sin
lugar a dudas, Lexova se refiere a las representadas en las vasijas
de Nagada y de ello la antigüedad máxima que concede a este tipo de
bailes y movimientos. Asimismo contempla
su clasificación
una “Danza
de Imitación”
de
la que escribe que “no
hay ni una sola pintura que ilustre una danza imitando movimientos de
animales”;
palabras de Irena Lexova que tristemente debemos rebatir, pues hemos
visto cómo en las cerámicas de Nagada las mujeres guardan las
posturas de las aves acuáticas
(especialmente las del flamenco). Continuando con la catalogación
antes recogida, termina diciendo la autora que
“el
objetivo de estas danzas imitando movimientos de animales y de
fenómenos naturales, era atraer un animal determinado o evocar
cierto fenómeno natural”.
Una
frase en la que estamos plenamente de acuerdo, porque a mi juicio
todos estos bailes tenían un carácter totémico y muchos de ellos
se realizarían para mimetizarse con el animal que deseaban cazar.
Expresando
sus movimientos y sonidos, pudiendo llegar a imitarlos de tal modo
que algunas especies fueran engañadas; hasta el extremo de dejar
aproximarse hasta ellos a los hombres, así disfrazados y danzando de
ese modo.
.
Acerca
del carácter totémico de muchas de las danzas, repetimos
algunos hechos que hemos observado entre cazadores y domesticadores
de especies salvajes. Quienes no solo se sirven del disfraz y de
reclamos,
con los que mimetizan los sonidos o el aspecto de aquellos que desean
atrapar. Sino que llegan
a simular ser otras especies gregarias al animal al que desean
acercarse; para que los antílopes o grandes cuadrúpedos, les dejen
aproximarse (tanto como para llegar a lancearlos).
Así sucede con los famosos “hombres calao” del Sudán, quienes
se vestían imitando a este gran pájaro de río y sabana, poniéndose
sobre su testa una cabeza de calao disecada. Tras ello, iban
apróximándose a la especia a cazar, imitando los gestos y
movimientos de aquel calao; hasta llegar a confundir a los rebaños
de antílopes que pastaban o bebían en las riberas. Animales
asustadizos, pero que al creer que los hombres eran pájaros, ni se
preocupaban de retirarse ante su presencia. Así, imitando al enorme
ave, llegaban los cazadores hasta la presa, que abatían a poquísima
distancia y de un lanzazo. Otras muchas
técnicas de caza similares hubieron de existir y estas debieron ser
el origen de danzas antiquísimas. Quizás de aquellos bailes en los
que imitando a flamenco o garzas podrían cazar en los lagos o
aproximarse hasta los rebaños de antílopes, atrapándoles
valiéndose de esa argucia. Algo que posiblemente describen esas
vasijas de Nagada II,
en las que vemos a hombres y mujeres adoptando las posturas de esas
zancudas y junto a multitud de antílopes.
IMAGEN,
ARRIBA:
Dos
jarros más, de igual época; en este caso pertenecientes al Moseu
d'Archéologie nationale et Domaine national de Saint-Germain-en-Laye
(al que agradecemos nos permita divulgar las fotografías). En ellas
se observan personajes y escenas como las antes analizadas; llamando
la atención aquella en la que vemos a cuatro individuos en una
barca, que lleva dos flamencos a cada lado (lo
que no sabemos si habla de métodos de pescar valiéndose de
zancudas, tal como hacían con los cormoranes. A los que ataban con
largas cuerdas y ponían una anilla en el cuello, para que no
tragasen los peces que capturaban).
.
IMÁGENES, ARRIBA Y ABAJO: En la fotografía superior, una vasija del Metropolitan Museum (al que agradecemos nos permita divulgar las fotografías). En ella se observan pintadas aves acuáticas de mayor tamaño que los flamencos (quizás grandes grullas). En la inferior, otros dos jarros de Nagada II; con escenas similares de caza y danza, parece de nuevo el mástil con dos travesaños y acabado a modo de molino. Algo que considero un utensilio para leer las sombras y los astros (con el fin de conocer la orientación o la fecha).
Otros
dos bailes recogidos por Lexova son la “Danza
Dramática”
que representaba leyendas o hechos históricos; y la “Danza
Lírica”,
que se realizaba en banquetes escenificando el romance y la
competición entre dos hombres por el amor de una sola mujer. Estos
dos estilos también los consideramos relacionados con cuanto
contienen los jarros de Nagada II;
pues en ellos podemos observar historias relacionadas con Hathor y
con los dioses más antiguos. A la vez que vemos
varias vasijas en las que dos hombres bailan junto a una sola fémina.
Ello
en una actitud que en verdad parece de pugna por su amor, o de
competición por atraer a aquella mujer, que simbolizaría la diosa
patrona de la belleza, la fecundidad y de las artes -en especial de
las musicales-. Siendo
a mi juicio los dibujos de las cerámicas nagadienses, también una
escenificación del viaje de Hathor hasta el reino de Ra, tras ser
raptada en Nubia y marchar hacia Egipto en
la barca de Ra -acompañada por Thoh y Shu-. Debido a ello, quizás
esta danza que Lexova denomina “Lírica” y donde se representaba
la lucha de dos hombres por el amor de una bella mujer; pudo
originarse desde estas otras ya existentes en tiempos predinásticos,
donde se rememoraba el viaje de Hathor. Diosa que tras ser capturada
como una leona y domesticada por Shu y Thot en su camino a Egipto,
finalmente fue amada tan solo por Ra.
.
Para
terminar este epígrafe diremos
que entre todos los bailes existentes aún en el Mediterráneo, los
del Flamenco son los que más pueden semejarse a los egipcios
antiguos (antes descritos). Donde las posturas de manos y cuerpo
simulan a las aves zancudas; pareciéndose tanto a ellas que en el
siglo XIX denominaron así ese arte “aflamencado”.
Unos bailes
“flamencos” en los que igualmente existen escenificaciones como
las antes referidas:
Con varios hombres que compiten por una mujer o donde se representan
leyendas y hechos. Narrando con la danza, tristes desgracias y luchas
familiares; tanto como bodas y todo acontecimiento que gustaba
recordar el pueblo andaluz. Figurando entre ellos, el recuerdo de las
reinas moras, lo que simulaban peleas entre clanes, bodas gitanas,
historias de bandoleros y largo etcétera de secuencias (entre las
que se encuentran las religiosas).
.
Por
todo cuanto expreso, no
es absurdo considerar que la herencia directa de este arte de la
danza egipcia pudo mantenerse vivo en el Sur de España; algo que
sucedería tras la venida de dos pueblos directamente aculturados por
Egipto: Primeramente
los
fenicios,
quienes manifiestamente fueron una colonia cultural del Imperio del
Nilo.
Y en segundo lugar, los árabes;
llegados desde Siria a España, donde se asentaron durante más de
siete siglos (dejando en Al-Andalus todas sus costumbres y artes). De
tal manera, al
igual que algunas de las obras más bellas de la arquitectura
islámica y de la arqueología fenicia, se hallan en Andalucía.
Parece lógico pensar que allí pudo mantenerse la música y la danza
importadas desde Siria y del Nilo, desde tiempos ancestrales.
Un arte de origen milenario y que como comúnmente sucede, termina
conservándose en su estado más puro en los últimos lugares a los
que llega. Tal como sucedió con las costumbres en tierras criollas o
colonizadas por los europeos. Algo que podemos comprobar en
Hispanoamérica; donde conservaron de un modo más auténtico y con
mayor arraigo: La religión, el idioma, la artesanía y las
costumbres que exportaron allí los españoles.
.
.
AL
LADO Y BAJO ESTAS LÍNEAS:
Fotografías de los jarros
nagadienses II que exhibe el Museo Arqueológico de Florencia
(al que agradecemos nos permita divulgar nuestras imágenes).
Observemos en ellos las mismas
escenas, símbolos, animales
y personajes -ya mencionados-.
.
.
.
AL LADO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Otras dos fotografías de jarros nagadienses II, del Museo Arqueológico de Florencia (al que agradecemos nos permita divulgar nuestras imágenes). Con similares escenas, símbolos, animales y personajes -ya mencionados-.
SOBRE
ESTAS LÍNEAS:
Arriba,
dos
fotografías en las que podemos comparar dos vasijas de Nagada II;
pudiéndose observar el enorme parecido entre una de las conservadas
en el Museo de Florencia, con otra perteneciente al Metropolitan
(agradecemos a ambas instituciones nos permitan divulgar las
imágenes).
.
ABAJO:
Una
pieza excepcional del Museo de Brooklin
(al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Se trata de la
danzarina
hallada en Ma´amariya y fechada hacia el 3200 a.C.. Observemos la
belleza de esta escultura,
que nada tiene que envidiar a una pieza de Picasso, de Brâncusi o de
Giacometti. Para terminar este epígrafe añadiremos que no
somos solo nosotros quienes vemos en las danzas de Nagada el comienzo
de muchas otras que se conservan actualmente. Así lo afirma -entre
otros- David Gutiérrez Pulido, en
su artículo “LA
CULTURA DE NAGADA Y EL ORIGEN DE LA DANZA DEL VIENTRE”
http://www.anildanza.com/cultura-nagada-origen-danza-egipcia/
.
Pese
a todo y aún
debiendo tener como acertado cuanto describe el artículo anterior;
los movimientos que sugieren estas esculturas y esas vasijas pintadas
de Nagada, se acercan mucho más a los del Flamenco.
C)
SÍMBOLOS NAGADIENSES; SU PERVIVENCIA Y APARICIÓN EN OCCIDENTE:
.
En
este último epígrafe vamos a mostrar como algunos de los símbolos
que se suceden en los jarros de Nagada II, pervivieron durante
milenios. Primeramente trasladados al Egipto Dinástico, donde
conformaron jeroglíficos o signos religiosos. Diseños que más
tarde fueron heredados por las civilizaciones de gran influencia
faraónica, como la cannanea, la fenicia o las egeas. Para
conocer estos pictogramas, en la imagen siguiente recojo algunos de
los que he podido ir recopilando entre las cerámicas de la época
que analizamos. Asimismo, bajo ellas, también reproduzco un
bajorrelieve que representa al faraón legendario Min (o Minu); quien
se supone el unificador del Alto y el Bajo Nilo, iniciando así el
Egipto Dinástico.
ARRIBA:
Símbolos representados en los jarros Nagadienses II.
Estos signos también han sido
llamados estandartes y
se les supone un origen antropomorfo
(pues realmente parece que simplifican la figura humana). Destaca uno
muy repetido, con un doble aro
superior, sostenido por un palo al que salen dos travesaños. Muchos
han visto en este, la esquematización de un hombre con pene;
aunque en mi opinión significa “algo más” y sobre todo, a
mi juicio contendría un sentido totémico. Otros tienen
un aspecto semejante al de una antena, por lo que los
considero artilugios para leer los astros o para orientarse en el
barco (gnomons). Los hay
también con triángulos en el extremo superior, siendo objetos que
probablemente pudieron usarse para leer sombras o estudiar la altura
de las estrellas. Aunque lo más interesante es que
todos ellos contienen dos travesaños a media altura, que muchos
confunden con la representación de un pene, pero que también pueden
ser dos brazos. Dando un carácter humano a este totem que llevaban
en el barco (seguramente como
un utensilio de navegación, pero quizás también para ser adorado).
.
ABAJO:
Bajorrelieve con la figura del mítico
faraón Min, unificador y creador de Egipto.
La pieza pertenece a la capilla blanca de Sestrosis I, en Karnak (XII
dinastía) -agradecemos a la institución de Luxor, Templo de Karnak,
nos permita divulgarla-. La leyenda más común narraba que aquel
hombre era hijo de dioses, pero de piel negra y dedicado a la
labranza. Debido a ello y como trabajaba la tierra para alimentar a
la población, no fue llevado a la guerra. Quedó en Egipto él solo
y rodeado de quienes no tuvieron que irse a luchar (mujeres y niños);
así al poco tiempo comenzó a fecundar a todas las féminas que le
rodeaban, quienes no sabiendo si volverían sus maridos de batalla
prefirieron tomar al fuerte Min como padre de sus hijos. Al regresar
de la guerra los egipcios, viendo la enorme población mestiza que
había nacido en los años de su ausencia, decidieron castigar a Minu
por su osadía. Dicen unos que le amputaron el brazo izquierdo,
aunque otros opinan que directamente le ejecutaron. Sea como fuere,
convertido en momia, o en manco; ocupó el cargo de faraón y padre
de todos, unificando las dos tierras (el Alto y el Bajo Egipto).
.
Su
culto era antiquísimo y se supone que inicia el periodo Dinástico
(hacia el 3100 a.C.). Es un dios procedente de la segunda catarata
(cerca de Asuán) y de las rutas de caravaneros que iban hasta Nagada
a comerciar sus metales y esclavos. De ello, se considera la
personificación de la raza egipcia, nacida de la mezcla entre
caucásicos-semitas y negros. Significando la unión de gentes,
culturas, tierras y etc.. Su figura se asocia a la fertilidad
y así porta varios atributos que comúnmente luce junto a la doble
corona del Nilo. Estos son: El pene erecto y el flajelo (símbolos de
la sexualidad exaltada -jeroglífico “xu”) junto a la bulla
(sonajero o colgante de garganta con una bola -jeroglífico “ma”-).
En este bajorrelieve le vemos
además con la cruz ansada de la vida (“ank”
de Isis); los nudos
protectores (jeroglífico
“sa”) y con una especie de
“caduceo”, que yo considero el jeroglífico de “shen”. Un
amuleto que nace de cuerdas y palos, tal como surgen los dos
anteriores (el ank y el sa); procediendo a mi juicio de estos
pictogramas nagadienses que arriba hemos visto.
1)
EL “SEN”, EL “OUET” Y EL “ANK”:
.
Para
comprender lo que significaban esos dibujos de la etapa de Nagada II,
debemos de trasladarlos al Egipto dinástico y estudiarlos en
referencia a jeroglíficos y simbología religiosa posterior. De
tal manera, el primer paralelismo entre aquellos pictogramas
de las vasijas y los signos religiosos faraónicos se advierte al
ver el Ank (cruz ansada de Isis); cuyo significado es “vida”.
Siendo así, comprendemos que muchos de estos “totems” que
aparecen pintados sobre los barcos de las cerámicas Nagada II, se
relacionan con la fertilidad, la mujer, el origen de la vida y la
felicidad (todo lo que simbolizaba el famosísimo Ank, tan
parecido a algunos de los pictogramas nagadienses). Aunque asimismo
nos encontramos otros signos cercanos y formados por nudos o con una
simple cuerda enlazada -entre los que destacó el “Shen”-.
Jeroglífico que comúnmente se representó como un palo con un
lazo en su extremo, aunque desde determinado momento pasó a
dibujarse como una cruz ansada sin extremo inferior (tal como lo
vemos en las imágenes de abajo -un círculo con una barra abajo-).
.
Su
diseño en forma de un lazo atado con un palo inferior, hace que la
palabra “shen” signifique “rodear” en egipcio clásico.
Siendo este un símbolo que parece haberse exportado a multitud de
culturas, entre ellas la hitita y la canaanea (cuya diosa Ishtar
o Inana, lleva estos lazos en sus manos). Tanto como a la fenicia
y la griega, tras ser convertido en el signo de la diosa Tanit y al
relacionarse con el caduceo de Hermes o con la “omega”
mayúscula helena. De ello quizás eligieron ese carácter para
escribir “omega”, letra griega que se identifica con el principio
y el fín; tal como sucedía en Egipto con el “shen”, que se
interpretaba como lo infinito. Asimismo, por tal motivo se
representa comúnmente a Isis descansando sobre un “shen”;
relacionándose esa figura con el “ank” (al que tanto se
parece). Consecuentemente, parece que no hay motivo para dudar que
ambos símbolos sagrados (el “ank” y el “shen”) nacieron de
aquellos signos que pintaban en las vasijas de Nagada II -que
antes hemos visto-. Mostrando nudos y cuerdas como símbolos de
protección entre los egipcios; quienes seguramente veían en esos
lazos la utilidad de los cordajes para todo trabajo y medición.
Siendo imprescindible manejar ataduras para navegar en Nilo o
para arrastrar y cargar piedras en la construcción; pero sobre todo,
para medir los terrenos y hacer cálculos matemáticos (ya que en la
época se realizaba una matemática empírica, usando dibujos y
cuerdas sobre la arena, para resolver problemas de geometría o
aritmética). Siendo así, entendemos por qué la cuerda era uno
de los atributos de los sacerdotes, de los agrimensores, de los
arquitectos y de los astrónomos.
SOBRE
ESTAS LÍNEAS: Altar
estela del arpista ante el
dios Ra-Horajti;
perteneciente al tercer Período Intermedio (1069-664 a.C.);
propiedad del Museo del Louvre -al que agradecemos nos permita
divulgar la imagen-. Observemos
el nudo “shen” entre los dos ojos de Horus (Utchats).
.
ABAJO:
Estatua en barro cocido fechada
en el siglo XVIII a.C. que representa Inara;
la aliada o mujer de Teshub (propiedad antigua de la colección
Norman Colvile, hoy en el Museo Británico, al que agradecemos nos
permita divulgar la imegen). Esta diosa
canaanea, que sin lugar a dudas es la antecesora de Cibeles, porta
dos nudos “shen” en sus manos; como símbolo de dominio y
protección. El origen de este símbolo sostenido por Inara puede
estar en Egipto o en Mesopotamia, donde también los dioses del cielo
(Marduk, Nergal o Samash) portaba un “shen” en sus manos.
Finalmente
trataremos sobre otro de los amuletos nacidos de las maromas y que
también ejercía un poder apotropáico en el Nilo. Nos referimos
al “Ouet” (también llamado “tyet” o bien “tjet”);
cuyo diseño es prácticamente igual al Ank, aunque estaba construido
por cuerdas y no formado por una cruz con asa. De este modo, si
al Ank se le denominaba cruz de Isis, al Ouet se le consideraba el
nudo de Isis, hecho por un ovillo con claros rasgos antropomorfos
(una soga enlazada en forma de cuerpo humano). Como símbolo
parece que lo podemos asimilar al de la griega Rea, que como
sabemos significaba el “flujo menstrual femenino” y que
consideraban sagrado algunas culturas. Siendo así -a mi juicio-
esta Rea (regla) significaba la medida del tiempo, relacionada con
las fases de la luna; que son prácticamente iguales a las del
periodo en la mujer. De ello que se llamase “sangre de Isis” al
“Ouet” considerando aquella cuerda como una medida que ciñe y
ajusta el tiempo (ya que para mensurar distancias, el mejor
sistema era entonces hacerlo con sogas -marcadas con Codos, Dedos y
Pies-).
.
El
anagrama de un lazo con un palo (el shen) pervivió también entre
los dioses hititas y de Mesopotamia; donde debió significar la
órbita de los astros. Ello explicaría por qué el “Shen” era el
atributo de deidades como Marduk o Samash, dominadores del cielo y de
la astronomía. Un hecho que de nuevo relacionaría estos
signos con las fases del Cosmos y el periodo menstrual femenino,
uniendo el origen de la vida con los movimientos de los astros.
Para terminar este epígrafe sobre el Ank, el Ouet y el Shen; diremos
que entre las culturas egeas se dieron símbolos muy cercanos;
apareciendo repetidamente el “shen” en los yacimientos minóicos
(tal como sucedió entre los caaneos). Finalmente, ese signo sería
el atributo de la Tanit fenicia y pervivió en época romana
representando a Afrodita o a Venus; llegando a nuestros días
convertido en el símbolo de mujer (anagrama moderno de la feminidad,
nacido desde el Shen y al Ank de Isis).
IMAGEN,
ARRIBA: Un
“Ouet” -tyet-
del Museo Británico (al que agradecemos nos permita divulgar la
imagen). Este amuleto se solía
fabricar en piedras o maderas con tonos rojos, pues simbolizaba la
sangre de la diosa Isis.
Representa una madeja o un bucle, trenzado en forma de cuerpo humano.
Cuando aparece en grandes esculturas y en representaciones de tamaño
natural, podemos ver que se
trata de una cuerda anudada con esa linea antropomorfa. Lo que
relaciona el poder apotropáico de las sogas, con la medida (que se
tomaba con cuerdas) y con el periodo menstrual de la mujer, muy
cercano en duración al mes lunar.
.
.
IMAGEN,
ABAJO: Anillos de bronce con
la forma del “shen” aparecidos en los yacimientos minóicos
cercanos a Xania (Creta) -tal
como los muestra el museo de Xania al que agradecemos nos permita
divulgar nuestra imagen-. Se fechan hacia el 1400 a.C. y se suponen
para uso en templos (para ser sujetados por sacerdotisas,
probablemente durante los ritos). Vemos que no solo se parecen al
“shen” sino que son
iguales a muchos de los pictogramas que contienen las vasijas de
Nagada II.
.
.
.
.
2)
DEL “SEN” Y DEL “OUET” A LOS SÍMBOLOS DE TANIT Y MERCURIO:
.
Llegamos
así a un punto que ya habíamos tratado en un anterior artículo
de “Tartessos y lo invisible en el arte” -para quienes deseen
leerlo ver cita (11)
-.
Iniciábamos aquel estudio diciendo que el dios
fenicio que tiene los atributos del "señor de la ciudad",
en ese idioma semita se decía "MEL
KART"
(ciudad amurallada = K´R´T´, de donde proceden palabras como
Carteya o Cartago; tanto como Señor es en semíticas "BA´L",
de donde derivaría a MEL). Lo que sin
duda alguna es para nosotros el antecesor de Mercurio (del que toma
su nombre); del mismo modo, algunos de los atributos que el dios del
comercio grecorromano hereda y luce, provienen divinidades púnicas.
Por lo demás, vemos en el Melkarte ("baal" o señor de la
ciudad) muchos de los símbolos del faraón -mitra alada etc-, que
quizás le relacionan con el dios egipcio Minu (o Min) de la
fertilidad, quien ya estudiábamos como protector de las cosechas,
representado en el rey de las Primeras Dinastías. Pudiendo ser este
el origen del famoso gorro de Mercurio-Hermes, llamado pétaso. Otro
de los atributos de Mercurio-Hermes es el Caduceo, consistente en una
vara coronada por dos sierpes entrelazadas que se miran enfrentadas.
Es el símbolo de la concordia, el acuerdo, la inteligencia, el
comercio y hasta la paz y la medicina; siendo tenido por el heraldo
que portaban los embajadores para parlamentar en las batallas.
.
Normalmente
en Roma y Grecia se representaba alado, con las culebras cubriendo el
estoque y perfectamente entrecruzadas; tanto como solía ponerse un
espejo al final, sobre el cual se miran las sierpes. Pese a ello es
un símbolo típicamente fenicio, que se contiene en multitud de
estelas votivas y curiosamente va unido al de Tanit, no tanto a
Melkarte. Su
origen -como veremos- es mesopotámico y egipcio, donde la figura de
las dos sierpes enredadas significa la buena suerte y la abundancia,
e incluso la inteligencia y la curación. Ese
caduceo ligado a Tanit -deidad femenina de la abundancia y la
fertilidad-, fue una vara que llegaría hacia el siglo V a.C. a la
Hélade y Roma, y que con el paso de tiempo iría sustituyendo a la
rama de olivo de Atenea (símbolo de la paz entre los helenos).
Finalmente aquel palo con dos culebras termina convirtiéndose en
Grecia y e Italia en el bastón de la medicina (de Esculapio), al
igual que reemplazó a la vara de olivo;
llegando luego a ser el estandarte de los heraldos y embajadores, que
en son de paz iban a tratar con el enemigo.
.
Así
se relacionaba el Caduceo primeramente con la diosa Tanit; madre de
la comunidad y que compartía muchos de los atributos de Isis.
Una Tanit, consistente en la
primera deidad femenil del panteón fenicio, que hemos de identificar
con la Luna y las aguas. De lo que su bastón de "mando"
sujetando dos culebras entrelazadas, creemos que simboliza el agua
con el oleaje
(que se representa en el movimiento reptil). Tanto como el final de
aquellas mirándose, representaría la figura del creciente del
satélite terrestre y que a su vez también se parece al espejo de
Isis (debido a que las cabezas
de las sierpes se tocan guardando la forma de una media Luna, o de un
espejo).
Evidentemente, nada hay que explicar en la relación existente entre
espejo-agua-Luna; puesto que de sobra es sabido que le luz del Sol se
refleja en el satélite terrestre a modo de espejo, de la misma forma
que el agua es un espejo y los mares son atraídos por la Luna... .
Por lo que aquel atributo que
porta Tanit entre sus manos, creemos que simboliza: La astucia y el
comercio (al llevar dos sierpes domesticadas); tanto como la
navegación por medio de los astros en la noche (al tener forma de
olas y Luna); e incluso el calendario, ya que entre los pueblos
semitas se medía en Lunas.
IMAGEN,
ARRIBA:
Estela
propiedad del Museo del Louvre (al que agradecemos nos permita
divulgar la imagen). Procedente
de Constantina, de fecha en los siglos II y I a.C.; representa a
Tanit con caduceo.
.
IMAGEN,
ABAJO: Otra
estela
fenicia
del
Louvre
(al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Procede
también de Constantina; fechada en iguales siglos (III-II a.C.),
representa a Tanit portando el caduceo y sobre un delfín.
Más
continuando con aquella Tanit portadora de la rama cubierta de
sierpes, vamos a analizar
algunos puntos que nos sugieren las imágenes anteriores
(fotos superiores). Vemos en
aquellas, a la diosa madre fenicia, representada en la forma
esquemática que ya dijimos se relacionaba con el Ank (cruz ansada
egipcia). Siendo el Ank -como ya estudiamos-, un símbolo agrario que
se relacionaba con la plantación, la semilla y hasta con el pene.
Puesto que la gran mayoría de los egiptólogos explican cómo aquel
Ank no es otra cosa más allá que la idealización del pene de
Osiris, y que a su vez representa los instrumentos de siembra (el
arado, la azada e incluso el plantador, que tiene cierta forma de
pincho ansado). Por lo que aquella
vara que porta Tanit, ya la hemos de entender quizás como el esqueje
y el origen del nuevo árbol.
.
Para
comprender la unión de estos cultos fenicios con los griegos, hemos
de regresar por un momento a la
figura de la Tanit vista anteriormente, que lucía un Caduceo y se
situaba sobre un delfín. Figura que nos remite directamente a otras
deidades cretenses tan conocidas como lo fueron las famosas diosas de
las serpientes.
La madre de Creta,
que algunos consideran se denominaba Britomartis y que era la deidad
de la agricultura. Ello porque antes de la adoración al gato, los
silos se guardaron por medio de pequeñas culebras
(ratoneras) e incluso con cobras domesticadas, en otras zonas -como
Egipto-. Lo que explica que en
la Edad del Bronce, las diosas de la agricultura se representaran en
forma de sacerdotisas cargadas de sierpes, enroscadas en sus cuerpos;
lo que sin duda daría origen en gran parte a esta Tanit con el
caduceo
(que significaba igualmente la buena cosecha o el olivo). Entendido
ello, comprenderemos también por qué Erictonio, es ese extraño
niño "culebro", que nace del esperma que Atenea se limpia
y por ello se tiene como el guardián de las cosechas. Un bebé
llamado Ericteo y cuyo nombre recuerda a la "ereccion" del
miembro viril, igualmente relacionado con el olivo, puesto que aquel
se plantaba con una varita (similar al pene erecto). Vara, bastón o
palo, que es el símbolo inicial de Atenea, pero que más tarde se
simplifica y representa colosalmente como una lanza con una sierpe
que le rodea y que sostiene la diosa en la estatuaria de época
clásica. Llegando a ser aquella del "Pallas" una imagen
muy similar a la del Caduceo (el de Tanit, el de Mercurio y hasta el
de Esculapio).
.
Evidentemente,
el simbolismo de la sierpe en
todo este culto pudiera parecernos que nace de la astucia del reptil
y de que su veneno tiene propiedades curativas. Aunque en un
principio hemos de inclinarnos a pensar más en el totem agrario,
cuidador de los silos y de las cosechas ante roedores,
en tiempos previos a que el gato fuera domesticado por los egipcios y
"exportado" a otras tierras mediterráneas (hacia comienzos
del II milenio a. C.). Por todo ello, la
unión entre cultos agrarios y la sierpe era muy estrecha, al menos
durante la Edad de Bronce. Aunque
en El Hierro, los ofidios sustituidos por gatos, eran ya inútiles
(solo dañinos -principalmente para los pastores-); pasando a ser
denostados y figurados como animales inmundos. Pese a todo, no sería
igual entre las culturas del
desierto, donde se las veneró y seguramente siempre se usaban como
medio defensivo (para guardar recintos sagrados y tesoros), habida
cuenta de que algunas -como la cobra- son fácilmente domesticables.
Por
lo demás, la ingestión de su veneno en pequeñas dosis (bebido, o
por contacto en la piel), permite hacerse inmune a ellos. Lo que
otorgaba a ciertas castas o sectas religiosas capacidades curativas;
algo que se ha seguido haciendo entre grupos del desierto. Quienes
ingieren veneno de escorpiones o culebras y se dejan picar por
sierpes con venenos cada vez más letales, con el fin de hacerse
inmunes: Para que su sangre, la saliva
(o el simple sudor de estas personas que actúan como chamanes) sean
bebidos como antídoto, con el fin de sanar
picaduras -de escorpión o culebras- en otras personas que hayan sido
atacadas por aquellas. De ello
creemos que nace la sierpe enroscada en la vara, como símbolo de la
medicina y la curación.
IMAGEN,
ARRIBA:
Estela
votiva procedente de Cartago;
mano y signo de Tanit con caduceo; siglo
II a.C. -Paris Biblioteca Nacional; a la que agradecemos nos permita
divulgar la imagen-.
.
IMAGEN,
ABAJO:
Estela del Museo de Cartago -al que agradecemos nos permita divulgar
la imagen-. Fechada en los siglos III al II a.C; procede del tofet de
Cartago. Igualmente, representa
manos y caduceo de Tanit. Estos símbolos son curiosamente casi
iguales a los de las vasijas nagadienses; todo lo que demuestra que
comúnmente en las zonas colonizadas permanecen los ritos y cultos
más antiguos que allí llevaron los colonos
(mientras en las tierras de origen suelen evolucionar y transformarse
más).
Concluíamos
el referido artículo escribiendo que
para
comprenderlo todo mejor, hemos de regresar nuevamente hasta la Tanit
fenicia, con el caduceo, que estaba situada sobre un delfín.
Pez-mamífero y totem sagrado, que significaba para los griegos la
guía en el mar, la
advertencia, la amistad entre las olas, la capacidad de navegación,
la ayuda y -por ende- la sabiduría y el don del futuro.
De ello, que diera nombre al templo de Apolo en Delfos
(el lugar del delfín); lo que claramente indica cómo antes
de ser adorado allí el dios de la Lira y de la belleza, lo fué la
diosa Delfine. Una deidad, de tiempos del Bronce y origen
fenicio-bibliota, cuyo cuerpo era igualmente mitad mujer y mitad
sierpe (pez o delfín), con el don de la profecía.
Desconocemos si aquel culto tiene algo que ver con el de las modernas
sirenas. Más lo que sí nos parece, es que en verdad está
relacionado con el ritual de adoración al gran reptil (Pitón), al
que se entregaban cerditos -y hasta a veces seres humanos-, para
evitar los temporales, las tormentas y conseguir buenas travesías.
Religión y terrible, que parece consiguen terminar los adoradores de
un "Adonai" o Apolo, dios de la belleza y de la cultura.
Creando así el nuevo templo de Delfos, cuyo recuerdo narra como bajo
el "ombligo" en el que las pitonisas recitaban la profecía,
se situaba la tumba de esta gran sierpe: Pitón (ofidio que sabemos,
da nombre a las sacerdotisas y adivinas de Delfos).
.
Como
hemos de suponer, aquellos grandes ofidios debieron de ser una gran
atracción en todo puerto con extranjeros y viajeros en tránsito;
lugar o templo al que se acercarían lugareños y extraños a ver,
más que a adorar (por observar el comer de monstruos que por sus
dimensiones y costumbres eran ajenos a cualquier otro animal de
Europa). De lo que el
culto al Pitón se transforma hacia otro cuyo nombre en mucho nos
recuerda al del dios fenicio Melkarte; el de la deidad culebra helena
que llamaron "Meilikios". Este era el nombre que daban los
griegos al dios "gran reptil", aunque su personificación
fué poco a poco acercándose a las culebrillas que también se
adoraban en los serpentarios,
como recuerdo a aquellas otras que guaradaban los silos (antes de la
llegada del gato a los hogares). Proliferando esos templos de los que
hablamos (quizás de origen cretense o micénico) entre los bosques
de Grecia; donde se guardaban serpentarios, en
los que las sacerdotisas desnudas daban de comer ofrendas que traían
los fieles hasta aquellos reptiles sagrados.
Siendo el
exvoto ofrecido a las víboras sacras, un dulce de miel y leche
llamado "Meilichios" (miel
y leche, en griego); nombre que pasó a designar también al dios
ofidio (Zeus Meilichios). Quedando
ya relacionado así plenamente el rito agrario del "comer de la
sierpe" en la ofrenda, para conocer el futuro del fiel
(ya que si no engullía el dulce, era mal augurio), con el ritual
marino de la gran Pitón, donde la pitia vaticinaba. Todo ello
originado por aquel terrible ofidio que simbolizaba las tormentas y
las travesías cargadas de oleaje. Pudiendo con lo expuesto ya
comprenderse la
unión que hubo entre la religión que adoraba al delfín (totem del
marinero), y el hecho de las Pitias, sacerdotisas que vaticinaban el
futuro (descendientes
de religiones veneradoras de las serpientes). Tanto como el triunfo
final de ritos benéficos relacionados con la dedicación del templo
a un dios bueno. El Apolo de Delfos, vencedor de Pitón.
JUNTO
Y BAJO ESTAS LÍNEAS:
A
nuestro lado, detalle
de una estela fenicia dedicada a Baal y con representaciones de
Tanit. Procede
del Tofet de Cartago y se fecha en el siglo III; es propiedad del
Museo Británico -al
que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. Observamos
la figura de Tanit danzante, similar a las diosas nagadienses
bailando
(en especial a la de la escultura de Brooklin). Abajo,
otro detalle de la misma estela, aunque en este caso con una Tanit
central y dos caduceos a los lados. Ambos
estandartes son casi
iguales a los de las vasijas anteriormente estudiadas; parecen
claramente arpones gigantescos atados con aros (aunque en sus
extremos vemos las dos culebras entrelazadas). Igualmente
que en los pictogramas de Nagada II, la diosa se presenta bailando,
con los brazos levantados.
.
.
.
.
3)
EL “SEN” EN EL EXTREMO OCCIDENTE (signos nagadienses en
Tartessos):
.
Cuanto
antes hemos recogido puede explicar el significado de todos estos
símbolos en los que cuerda y sierpes se entremezclan y en los que la
soga tiene tal poder apotropáico, que fue uno de los mejores
amuletos.
Todo ello es lo que creemos hizo que el
nudo de Isis (Ouet) o su cruz ansada (Ank), se tuvieran por algunos
de los más potentes talismanes en la magia egipcia. Símbolos de
la vida y de la protección que
ya vemos pintados en la etapa de Nagada II
(entre el 3500 y el 3100 a.C.). Pues no nos cabe duda de que aquellos
pictogramas que contienen las vasijas anteriormente estudiadas, se
corresponden con los referidos talismanes faraónicos. Todo
lo que fue heredado primeramente por los minóicos, luego por los
fenicios y más tarde por los griegos, romanos y otras culturas del
Occidente lejano. Llegando a aparecer el signo del “shen” en el
corazón de Tartessos.
.
Nos
referimos al símbolo de una de las salas de Cancho Roano, en cuyo
suelo podemos ver aquel signo que el profesor Jiménez Ávila llama
“chen” y de que comenta cómo su poder mágico lo convirtió en
el “cartuche”.
Envoltorio con
el que se rodeaban los nombres y algunas frases de los faraones, con
el fin de protegerlas (dado
el carácter profiláctico de aquel círculo cerrado y rematado abajo
por una barra). Sobre
el que Jiménez Ávila dice textualmente: “Este
signo anular fue ampliamente representado en el arte egipcio, de
donde lo tomarían los fenicios, quienes lo trasladaron a Occidente
en la época de la colonización. Da
fe de ello su aparición en un conocido brazalete áureo hallado en
Tharros, fechable en el siglo VI a. C., donde lo hallamos sostenido
por las garras de un Horus-jeper tetráptero, en disposición cercana
a modelos niló-ticos. Es importante hacer todas estas constataciones
porque en la iconografía fenicia los seres alados desarrollan
también una función protectora de la realeza, lo que nos lleva a
admitir la posibilidad de que, dentro de este mismo contexto
iconológico fenicio, el signo chen mantuviera su valor semántico
originario en tanto que elemento preservativo de la figura regia. Si
ello es así, lo más posible es que la adopción de ese emblema para
conformar el altar de la fase C de Cancho Roano revista esta
significación de protección del poder real y, consecuentemente, que
debamos considerar la existencia de una intencionalidad de marcar la
condición regia y aristocrática -en todo caso dotada de un fuerte
componente ideológico- de este espacio sacro desde sus primeras
fases constructivas”
(12)
.
.
4)
CONCLUSIÓN:
.
Vemos
así, como esos símbolos cuyos orígenes podemos hallar en el
Neolítico egipcio, se expandieron paulatinamente por todas las
civilizaciones cercanas. Tanto que se convirtieron en algunos de los
signos más sagrados en gran parte de las religiones del Mediterráneo
Antiguo. Pasando a ser aquellos “estandartes” nagadienses”,
el Ank y el Ouet egipcios y más tarde los nudos minóicos, canaaneos
e hititas, tanto como los atributos de los dioses del cielo
Mesopotámicos. Convirtiéndose finalmente en el Caduceo y los
símbolos de Tanit (llegando así hasta Tartessos). Un Caduceo que
igualmente fue el atributo principal de Hermes y de Mercurio, pasando
a ser lucidos en los mástiles grecorromanos. Colgadores de
pendones semejantes al que tuvo el antiquísimo dios guerrero
anatólico Nergal, que lucía una bandera formada por círculos
cruzando la barra sobre a la que a se situaba un totem (águila,
león). Siendo común colocar cornamentas, encima de aquellos dos
aros en los que terminaba la pértiga; todo lo que se fue copiando en
todo el Mediterráneo.
.
Ante
lo anteriormente expuesto, podemos demostrar que
aquellos pictogramas egipcios del cuarto milenio a.C. fueron el
origen de los estandartes romanos, tanto como del símbolo de Venus.
Algo que ha permanecido en el recuerdo durante milenios, llegando a
nuestra cultura con un semejante valor. Representando
a Venus y a la mujer ese símbolo de Isis (formado por una cruz
ansada).
Debido
a lo que hoy
en día el símbolo de la feminidad (del
sexo femenino)
es casi igual al que hemos visto en las vasijas nagadienses dedicadas
a una diosa danzante y antecesora de Isis. Un hecho mucho más
complejo de concebir y demostrar que la hipótesis que en este
artículo defendemos: Al afirmar que los bailes flamencos pudieran
tener su origen primigenio en danzas totémicas ancestrales de las
primeras civilizaciones mediterráneas -como las nagadienses-.
Unos
jarros en los que vemos posturas absolutamente relacionadas con las
que se ejecutan en de los bailes mediterráneos de nuestros actuales
y especialmente en los de Andalucía.
SOBRE
ESTE PÁRRAFO:
Símbolo con el Shen en el suelo de Cancho Roano
(quizás como adoración a Tanit o a Ishtar). El origen de este
signo es claramente nagadiense, aunque aparece en el corazón de
Tartessos casi tres mil años después de su nacimiento en Naqada
-tal como lo vemos inscrito en una da las salas del recito
sagrado de Cancho Roano, en Zalamea de la Serena, Badajoz-.
.
ABAJO:
Diferentes símbolos relacionados con el “Shen”
(nudo de Isis) y con signos nagadienses, en este caso como anagramas
mantenido hasta nuestros días, o aparecidos entre los dioses de
Babilonia. De derecha a izquierda y conforme van numerados:
1-
Anagrama del cobre y de Venus. Nacido desde la cruz de Isis
(Ank), ha llegado hasta nuestro tiempo como representación del sexo
femenino. Procede de la relación entre esa diosa egipcia y la
greco-romana (Afrodita-Venus); asimismo simbolizaba el espejo, con
cuya forma podemos identificarlo. Este era un atributo femenino, que
se unía a la “Luna madre” (Isis), cuyo reflejo era el del “Sol
padre” (Osiris). Debido a que los espejos se fabricaban en la
antigüedad más antigua con una lámina de cobre bien pulida; pasó
también este diseño a ser el signo del cobre -entre alquimistas y
químicos-.
2-
Grabado de un bajorrelieve babilonio que representa a Marduk con
Tiamat. Observemos los signos del ropaje de Marduk (semejante
a cuerdas) y el Shen que porta en la mano.
3-
Pendón totémico del dios asirio-hitita Nergal, en el que se
representan nudos de un modo muy semejante a los estandartes
nagadienses y a los que posteriormente lucían las legiones romanas.
4-
Dios del sol asirio babilónico Samash. Esta deidad del cielo y
de los astros luce comúnmente en su mano derecha el “nudo
shen”; posiblemente como símbolo de las órbitas celestes.
----------------------------------------------------------------
CITAS:
----------------------------------------------------------------
(1):
Pags
403-404
La
música y la danza en el antiguo Egipto
// PILAR
GONZÁLEZ SERRANO //
Espacio,
Tiempo y Forma, Serie II, H.' Antigua, t. 7, 1994, págs. 401-428
(2):
Carolina
Domenech Belda nos dirá que el jeroglífico: "Es un tipo de
escritura que usa caracteres ideográficos combinándolos con
caracteres fonéticos que representan uno o varios sonidos y que
tiene su origen en un sistema pictográfico usado en la cultura
Nagadiense".
La
escritura jeroglífica egipcia // Carolina Domenech Belda //
Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
(3):
En
el Diccionario Etimológico de la Lengua Española, COROMINAS Y
PASCUAL (Gredos, Madrid 1980) podremos ver que la palabra Flamenco es
un neologismo introducido en el Diccionario de la R.A.E. en 1925;
tanto que en 1897 aún se tenía como una “rara expresión”. Por
ello resultan anacrónicas, todas las etimologías que se den de esta
voz, relativas a la música árabe; o por la denominación de
“flamencos” a los gitanos, al haber llegado de centroeuropa. Ya
que el término no aparece hasta fines del siglo XIX, cuando algunos
etnógrafos comienzan a denominar “aflamencado” o “flamenco”
a esos bailes y músicas cuyas posturas y ritmos les recordaban a
aquellas aves tan comunes en Andalucía -en especial de las
marismas-.
(4):
El
diccionario antes mencionado COROMINAS Y PASCUAL, tomo CE_F , pag.
907 término FLAMENCO; podremos encontrar las siguientes ideas: Hacia
1870 es Antonio Machado (Demófilo) quien utiliza ese término
“aflamencado-flamenco”, para definir al arte popular andaluz -tal
como escribe en ZRPh V, pag 250-. Definiendo aquella voz como lo
“chulesco” o “gallardo”; algo que fácilmente podremos
relacionar con “pavonearse”, “agallardarse” o “aflamencarse”
(imitando las posturas que estas aves toman en sus cortejos de celo).
Pese a todo, el diccionario cita en este artículo como en 1897
J.Valera en “Genio y Figura” también escribirá: “Muy
flamenco, como se dice ahora y no sé por qué”. Todo lo que deja
claro que esta voz era un neologismo aún al final del siglo XIX.
Por
su parte, si buscamos FLAMENCO en el Diccionario de la Real Academia
de 1780 (en su primera edición) veremos que no hace más referencia
que al ave de este nombre; conteniendo tan solo la voz “flamenquilla”
que equivalía por entonces a un plato-vacía del tamaño de una
fuente y que se usaba para servir viandas delicadas (término que a
mi juicio probablemente dio origen a la denominación de “flamenquín”
que recibe un plato de cocina andaluza consistente en un filete
empanado con jamón).
Finalmente
veremos que hasta la inclusión de la voz “Flamenco” en 1925 con
la acepción de baile y música de los gitanos españoles, o folklore
del Sur de España. Tan solo hay una palabra semejante, que es la de
“Flámula”; que corresponde a las banderolas imitando llamas y
que se colocaban en los barcos o en los postes, para animar. Siendo
similares estas flámulas a los gallardertes, que también eran unos
banderines de adorno típicos de las
fiestas y que igualmente se colgaban de adorno en los mástiles para
que “flambearan” al viento en las celebraciones.
(5):
Narra
Antonio Mayorga González en Nuestros
remotos antepasados: Mastienos, bastetanos y fenicios
`La
primera alusión a estas “puellae gaditanae” también procede de
Estrabón, citando al griego Poseidonios, que relata que Eudoxos de
Kyzikos, en uno de sus intentos de llegar a Indike (India),
navegando, durante el reinado de Evergétes II de Egipto, 146 a 117
a. C., partió de gadeira, Cádiz, “con un gran barco y dos navíos
menores, embarcando muchachas músicas, médicos y otros técnicos y
se hizo a la mar, hacia la india, empujado por los vientos
zéphiros”´.(ESTRABÓN II , 3, 4)
Otras
citas acerca de estas Puellae gaditanae las tenemos en:
Plinio
1.15; Marcial (V.78) ; Juvenal (Sat. XI. 162 ss).
(6):
La
danza en el Antiguo Egipto: ¿Cómo reconstruir la danza de 5000 años
atrás?
Autora:
Florencia Altieri // PUBLICACION
DEL CENTRO DE INVESTIGACION DE ESTUDIO SAHAR //
OTOÑO
2016 // Nro. 33- ISSN 2347-0283
(7):
Cita
tomada de obra anteriormente mencionada -ver (6)
-:
“Irena
Lexova publicó Ancient Egyptian Dances en 1935, un libro dedicado
por completo a la danza en el antiguo Egipto que basa su análisis
en 78 ilustraciones desde el período predinástico al saita, 2
ilustraciones etruscas y algunos textos ya que “As allusions
todances in ancient Egyptian literature are very rare, pictures are
almost the exclusive source of study of the Egyptian dances.”
Traducción: “Como las referencias a las danzas en la literatura
del antiguo Egipto son muy raras, las pinturas son casi la fuente
exclusiva del estudio de las danzas egipcias.” (Lexová, 2000: 17)
Su estudio es valioso por ser el primero que recolecta esa cantidad
de representaciones sobre la danza del antiguo Egipto y por ser una
de las primeras en realizar una clasificación”
(8):
Dancers
of all nations and of all times imitate movements of animals. Among
the primitive nations, to which the ancient Egyptians do not belong
the aim of these dances, imitating movements of animals and nature's
phenomena, is to attract the animals or to evoke a certain natural
phenomenon.
(Lexova,
2000: 25) -Cita
tomada de obra anteriormente mencionada; ver (6)
-
(9):
SIC
de
obra anteriormente mencionada; ver (6)
(10):
“Otra
clasificación basada en las poses de
los
bailarines, que difiere de la mencionada anteriormente (Barrionuevo,
2014) y que
demuestra
cómo a partir de prácticamente las mismas fuentes se construyen
clasificaciones
muy
diferentes, a continuación se desarrolla la propuesta por Kinney.
Danzas
Diamante:
los bailarines aparecen con los brazos sobre la cabeza en forma de
diamante.
Se la representó asiduamente en la IV Dinastía y en contextos
funerarios.
Danzas
de Saludo:
los bailarines poseen un brazo hacia arriba como si estuvieran
saludando
y el otro apoyado en la cadera y un pierna delante de la otra.
Esvástica
con Bastones:
las posiciones de los bailarines simulan la figura esvástica,
muchas
veces llevan bastones o varas.
Danza
de Cosecha:
relacionadas con la cosecha y la agricultura.
Danza
de los Pares:
al igual que Lexova, señala que existían danzas realizadas con
pares,
por hombres y mujeres de forma separada, no mixta. Kinney agrega que
suelen
aparecer
tomados de las manos en diferentes poses y plantea que hay muchas
diferencias
entre la realizada por mujeres y la de hombres por lo que debían ser
dos
géneros
diferentes.
Pasos
en Secuencias:
menciona una serie de pasos que aparecen en secuencia, por lo
que
serían parte de la misma danza. Utiliza nombres, por ejemplo,
“pirouette” por el
parecido
que encuentra con pasos de ballet y jazz.
Danza
MWW: se
caracteriza por bailarines con sombreros en forma de cono y la
manos
cerca del corazón. Se la asocia con el contexto funerario y se
conforma por tres
componentes:
paso del muerto a la necrópolis, el salón de los Mww y paso de la
barca
al
otro mundo.
Juego
de Jóvenes:
eran grupos de jóvenes que aparecen en dos variantes: corriendo
con
una persona capturada o con objetos y el grupo doblegando a un
individuo.
Paso
Layout:
realizada por mujeres, la pose característica tiene el torso hacia
atrás y
una
pierna elevada a gran altura, como se observa, las bailarinas poseían
destreza y
flexibilidad.
Danza
en Espejo: los
bailarines utilizaban espejos y un instrumento característico del
culto
de Hathor”
SIC
de
obra anteriormente mencionada; ver (6)
Florencia
Altieri citando a:
Kinney,
L. (2008) Dance, dancers and the performance cohort in the Old
Kingdom. Archaeopress, Oxford.
Barrionuevo
M. (2014) Historia General del
Bellydance. Vol
I. Estudio Sahar, Buenos Aires.
(11):
DE
MELKARTE A MERCURIO Y DEL CADUCEO A LA VARA DE OLIVO
(12):
CANCHO
ROANO: EL PROCESO DE PRIVATIZACIÓN DE UN ESPACIO IDEOLÓGICO
JAVIER
JIMÉNEZ ÁVILA
TRABAJOS DE PREHISTORIA
62,
n.2, 2005, pp. 105 a 124
Cita
completa sobre la sala de Cancho Roano, con el anillo shen en el
suelo:
“Esta
estructura se ha asociado con una funcionalidad cultual, y se ha
descrito como altar (Celestino 1997: 372-373). También se ha
señalado la ausencia de paralelos peninsulares para esta forma y su
similitud con el signo egipcio chen,
que a su valor como símbolo de eternidad añade una carga
profiláctica aplicable, sobre todo, a personajes de condición real.
Este valor semántico alcanza su máxima expresión cuando el anillo
chen
se desarrolla y transforma en el famoso cartucho que envuelve
(protege) el nombre del faraón (Lurker 1974; Wilkinson 1992). Este
signo anular fue ampliamente representado en el arte egipcio, de
donde lo tomarían los fenicios, quienes lo trasladaron a Occidente
en la época de la colonización. Da fe de ello su aparición en un
conocido brazalete áureo hallado en Tharros) fechable en el siglo VI
a. C., donde lo hallamos sostenido por las garras de un Horus-jeper
tetráptero, en disposición cercana a modelos niló- ticos (Parrot
et
al.
1976: 234). Es importante hacer todas estas constataciones porque en
la iconografía fenicia los seres alados desarrollan también una
función protectora de la realeza, lo que nos lleva a admitir la
posibilidad de que, dentro de este mismo contexto iconológico
fenicio, el signo chen
mantuviera
su valor semántico originario en tanto que elemento preservativo de
la figura regia. Si ello es así, lo más posible es que la adopción
de ese emblema para conformar el altar de la fase C de Cancho Roano
revista esta significación de protección del poder real y,
consecuentemente, que debamos considerar la existencia de una
intencionalidad de marcar la condición regia y aristocrática–en
todo caso dotada de un fuerte componente ideológico– de este
espacio sacro desde sus primeras fases constructivas”.