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El artículo se desarrolla en un texto escrito en negro y se acompaña de imágenes con un amplio comentario explicativo (en rojo y cuya finalidad es razonar las ideas). Podrá leerse completo, pero si desea hacerlo entre líneas, bastará con seguir la negrilla y las letras rojas destacadas.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Comenzamos el artículo de hoy, donde trataremos acerca de una posible influencia fenicia y cartaginesa, en nuestro folklore del Sur. Lo iniciamos con las imágenes de los famosos sepulcros de Cádiz (propiedad del Museo Provincial y Arqueológico gaditano, al que agradecemos nos permita divulgarlas). Sarcófagos antropomorfos, hallados en distintas zonas de la ciudad y en excavaciones muy alejadas, con un siglo de diferencia (el masculino en 1887 y el femenino en 1980). Representan a un hombre y una mujer, portando ofrendas y se fechan en el siglo V a.C.; considerándose las tumbas de dos importantes mandatarios. Son ejemplares prácticamente únicos en el Mediterráneo; pudiendo encontrarse tan solo algunos similares, en Sicilia. Aunque, a mi juicio, por su estilo y su técnica de trabajo, deberíamos asociarlos al mundo creto chipriota. Ya que, son muy parecidas a las esculturas de Chipre en esos siglos (desde el VII al IV a.C.); cuando la isla aún no estaba dominada por Grecia y pertenecía al círculo de influencia de Tiro y Sidón. Arriba, tal como se exponen en el museo. Al lado, detalle del sepulcro llamado la Dama de Cádiz. Abajo, las cabezas de ambos sarcófagos, donde vemos claramente el paralelismo de los rasgos de ella con los las esculturas coetáneas cretochipriotas. Con ojos almendrados, nariz recta, cara redonda, tez muy lisa y cabellos cortos (recogidos).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, la tumba masculina; con hechuras y trazas menos finas. Observamos que él luce largas barbas y una tipología de rasgos cercana a un Aqueloo (dios de las aguas); con un peinado muy semejante al de ella. Abajo, detalle de las dos enormes piezas (de tamaño natural); donde vemos que ambos portan ofrendas en sus manos. La mujer, un ungüentario o recipiente de alabastro; llamado por la arqueología “alabastrón”. Mientras él sujeta un fruto entre los dedos, que comúnmente se identifica con una granada; símbolo del fin del Mundo o de los misterios infernales (aunque hay quienes lo consideran una manzana; uniéndola a la leyenda de las Hespérides). Asimismo, se percibe que el hombre lleva en la mano derecha, una corona de flores; aunque muy dañada.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, detalle del gran recipiente para perfumes (alabastrón) que la Dama de Cádiz, sujeta entre sus manos. Abajo, el dignatario, con la manzana -o la granada- sobre el pecho.
A) Introducción:
Muy difícil es determinar si unas arpas y cordófonos tan antiguos, como los importados a Occidente por los fenicios y cartagineses; pudieron ser heredados en nuestro folklore del Sur. Resultando imposible afirmar que esos laudes milenarios, llegados a nuestras costas a manos de los púnicos; se mantuvieran vivos en el recuerdo (durante milenios). Pese a ello, parece evidente que esos instrumentos de cuerda fueron divulgados por todo el Mediterráneo, durante la Edad de Hierro. Viniendo hasta la Península ibérica en tiempos del primer acero (siglo IX a.C.); donde los veremos representados más tarde, en las estelas tartessias. Unas liras, forminx, arpas, cítaras o laúdes; que en Egipto y Mesopotamia se conocían desde en el tercer milenio a.C. -al menos-. Así los vemos representados en el Nilo durante la época predinástica; de igual forma que aparecen cordófonos entre las culturas más antiguas que poblaron el Tigris y el Éufrates. Siendo utilizadas por aquellas civilizaciones, desde sus comienzos más remotos; no tenemos evidencia de que fueran exportados a nuestras tierras hasta tiempos del Bajo Bronce. Cuando se produce la gran crisis del Hierro; momento en que las espadas de cobre y estaño no pudieron hacer frente a las forjadas con acero. Un periodo en que los habitantes de Oriente Medio necesitaron viajar hacia el Oeste, en masa; al producirse durante el siglo XII a.C., enormes convulsiones en Anatolia, Asia Menor, el Creciente Fértil y hasta en Egipto. Etapa en la que se hunde el mundo Hitita y se viven enormes conflictos, como la Guerra de Troya.
Lo que exponemos, obligará emigrar a gran parte de esa población, cuyas raíces se hundían en culturas de la Edad del Bronce; hasta entonces, asentadas en el Oriente mediterráneo. Buscado refugio frente al empuje de los Pueblos del Mar y ante la aparición del hierro; mientras los armados con este nuevo metal, se expandían a enorme velocidad. Logrando los antiguos hititas, micenios y cretochipriotas; establecerse en zonas de la actual Italia, Sur de Francia y de Iberia. Aunque pocos siglos después, aquellos invasores que les habían expulsado, tras conquistar el Este con armas de acero; también viajarán hacia el Occidente. Siguiendo a quienes escaparon; aunque también, buscando las riquezas existentes en las míticas tierras del “fin del Mundo”. Apareciendo pronto los Pueblos del Mar y los fenicios, en las islas y tierras del Oeste mediterráneo. Arribando los púnicos a nuestras costas en el siglo IX a.C.; para hacerse con esos metales preciosos, existentes por doquier en la antigua Iberia. Riquísima en oro, plata, estaño y cobre; que la convertían en un lugar muy codiciado. Llegando a crearse un mito de El Dorado; en esta península situada al final del Mundo y donde comenzaba el terrible Océano (que se decía de Atlas, poblado por monstruos y a las puertas del infierno). De ese modo, los primeros expedicionarios púnicos, se enfrentarán a las gentes autóctonas; quienes a fines del siglo IX a.C., tan solo conocían el bronce como metal bélico. Siendo arrasados por esos invasores, muchos de los poblados indígenas situados en las mejores islas y puertos naturales; de la Baja Andalucía o del Sur de Portugal. Emplazamientos, donde esos fenicios levantarán sus nuevas bases comerciales, abriendo allí factorías y estableciendo grandes baluartes (a los que llamaron GDR; que en lenguas semitas se traduce por “fortaleza o ciudad amurallada”).
El momento histórico antes descrito, es en el que se considera, llegaron los primeros cordófonos, de tipo oriental, a la Península Ibérica. Aunque hemos de pensar, que anteriormente, ya habría en nuestras tierras un tipo de instrumentos muy similares. Pues para un buen fabricante de arcos de guerra, sería muy sencillo crear una lira (incluso un precario laúd). Pese a ello, la existencia del forminx o de raveles durante la Edad del Bronce, en nuestras tierras; no supondría la capacidad de afinarlos. Residiendo el problema de los instrumentos de cuerda, desarrollar unos complejos principios matemáticos y de acústica; para lograr templarlos armónicamente (temperar, como normalmente escribo). Por cuanto expresamos, la música tenía un enorme valor cultural y social; expresando en esos remotos tiempos, la sabiduría más abstracta. Necesitándose para el cálculo de intervalos y Escalas, unos enormes conocimientos de física acústica; basada en las matemáticas más avanzadas, por entonces conocidas. Debido a ello, hemos de considerar que el significado de esos cordófonos, en la protohistoria; no solo fue artístico, sino teniendo un gran valor religioso. De un modo semejante al sentido que el canto litúrgico tuvo para la antigua Iglesia. Donde no se contemplaba esa música como un simple arte nacido para la belleza; siendo comprendida como un modo de comunicación con Dios. Ello, en una representación religiosa, donde “el chantre” marcaba las pautas en las que el oficio se convertía en un diálogo con el Ser Supremo (a través de sus melodías).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de la bahía de Cádiz. Arriba y al lado, el Occidente, vista de San Fernando desde el paseo marítimo gaditano. Abajo, el Levante de la isla; donde se sitúa la catedral.
Del modo antes referido, hemos de comprender lo que suponían las arpas y los laúdes, en época protohistórica; descendiendo aquellos instrumentos de los arcos guerreros, cuya tensión en las cuerdas medía el sonido (en el primer caso) o proporcionaba la defensa (lanzando flechas). Todo un paradigma, que unía al arquero con el tañedor de lira o de laúd; aunque en el caso de los cordófonos, se producía un hecho místico más. Pues para su templado, se precisaba dominar el sistema de afinación; necesitando una enorme preparación sobre cálculo y acústica. Ya que tan solo a través del “monocordo”, se podía estudiar el modo de crear un sistema de intervalos armónicos. Lo que mecánicamente se conseguía, fabricando un enorme arco, de una sola cuerda (monocorde); donde se iban calculando las Escalas y buscando las Notas. Algo, que como ya hemos repetido en numerosas ocasiones; se realizaba dividiendo las distancias de esa cuerda tensada en partes, perfectamente calculadas conforme al equilibrio acústico (basado en un principio de mitades). Logrando de este modo localizar sonidos acordes o armónicos; lo que siempre se basó en un reparto equidistante y proporcionado de los intervalos musicales. Medidas y fórmulas que tan solo los grandes iniciados en la música lograban; aunque ese conocimiento implicaba asimismo una enorme preparación matemática.
Ante lo expuesto; comprenderemos por qué durante la mayor parte de la Historia, será el sacerdocio quienes principalmente conocían los sistemas de afinación. Unos misterios, que los griegos fueron desvelando a profanos, al importarlos desde Mesopotamia y Egipto (logrando divulgarlos entre sus artistas e iniciados). Tal como, al parecer, hizo Pitágoras; que durante el siglo VI a.C. viajó al Nilo (donde se supone que ingresó en un monasterio) y más tarde sería llevado hasta Persia. Narrando su historia legendaria, que mientras era sacerdote en Tebas; el sabio de Samos fue secuestrado por Cambises II, cuando este rey de Mesopotamia invadió Egipto. Obligando los persas a vivir a orillas del Tigris a Pitágoras; donde completó y aprendió todo sobre los secretos musicales. Tras lo que regresaría a su Grecia natal, dirigiéndose más tarde al Sur de Italia; donde fundaría una academia y enseñaría a sus discípulos los dogmas y secretos de la música.
En referencia a esos dogmas y misterios de la música; que tan solo se podrían explicar sobre un “monocordo” (instrumento de gran tamaño y una sola cuerda). Escribíamos hace ya doce años, en nuestro blog “De Cnossos a Tartessos -ver cita (1) - :
Históricamente,
podemos afirmar que durante la Edad del Bronce hubieron de generar
estos principios que concedían un carácter sagrado a las notas y a
su afinación. Un "dogma místico" que heredaron los
filósofos de la Primera Edad del Hierro, quienes
consideraban
las artes de "temperar" -templar-
los instrumentos, plenamente
relacionadas con la Creación del Universo.
Es decir, se
concebía el nacimiento del Espacio en virtud de unas medidas y
divisiones iguales a los intervalos de las notas,
en la escala musical perfecta. Todo lo que concedía
un espíritu místico a la música, que incluso la unía e igualaba
al origen del Espacio y del Tiempo. Ello
porque, pese a que Lessing catalogara este
arte de la acústica, como
puramente temporal; los
antiguos lo concebían medido por distancias y pesos (tal como los
astros gravitan). Es
decir que las notas y sus intervalos se regulaban por longitud y
tensión de cuerdas -en los cordófonos-, el tamaño de las "cañas"
-en los instrumentos de viento-, o el peso y el volumen -en los de
percusión-. Siendo
así, el espacio regulaba una perfecta armonía y el tiempo un ritmo
exacto. Un hecho que unía a la música con el Cosmos, igualmente
medido por distancias y por sucesiones de periodos siderales, todo
ello "atado" por una fuerza -gravitatoria- que tensaba y
unía los planetas, de un mismo modo que el diapasón (o el
clavijero) sujeta y regula cuerdas.
Una
idea de Armonía Universal de la que surge la Música de las Esferas,
comúnmente considerada platónica (o pitagórica), al haber sido
divulgado y enseñado ese "dogma del Temperamento" por
aquellos dos filósofos. Pese a ello, esta
teoría que une los planetas -sus
distancias y ciclos-, con
la acústica y el "número perfecto"; tiene sus orígenes
en las religiones más antiguas de Mesopotamia y de Egipto.
Basándose en unas creencias nacidas al sublimar la matemática, la
astronomía y las artes; uniéndolas a la espiritualidad -seguramente
interpretando la capacidad para comprenderlas como un "don"
divino-. Método por el cual lograban
tal transcendencia al unir el sentimiento de la belleza artística
con las teorías científicas; que trasladan el mundo puramente
subjetivo (las
artes) al
pensamiento más objetivo (la
física o la matemática). Este avance
por el cual se consigue unir la ciencia pura, a las disciplinas
artísticas y a las humanidades más profundas (la
filosofía), es
un salto trascendente desde el mundo "objetivo" hasta lo
más "subjetivo" del hombre. Consiguiendo a través de ello
generar en nuestro interior un estado de elevación o deificación,
inigualable.
Acerca de Pitágoras y sus teorías de afinación, basadas en las del Nilo y Persia. Las comprenderemos observando como los egipcios y mesopotamios, pronto encontrarían el llamado "triángulo perfecto". Un escaleno que consistía en "3", "4", "5"; triángulo del que sabemos hubo de ser sagrado para los sacerdotes del faraón, por cuanto se repite en las formas arquitectónicas (…) Pero continuando con la razón de "fi" -también llamada "La sección áurea"; e incluso la Divina Proporción, durante el Renacimiento-; diremos que su comienzo o sus orígenes se hallan en este triángulo perfecto. Debido a que la relación entre sus catetos y su hipotenusa son las siguientes (VER EXPLICACIÓN EN IMÁGENES)
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres dibujos de triángulos, para comprender la relación del mundo pitagórico y el de la afinación, que también se relaciona con el número áureo; llamado “fi” (F) que equivale a [1/2 + (Ѵ5 : 2)] = 1,618033988... .
Arriba, el llamado “primer triángulo perfecto”, cuyos catetos equivalen a 3 y 4; con una hipotenusa de 5. De tal manera, sus lados divididos unos por otros, resultan iguales a los primeros intervalos de las Notas musicales en la temperación clásica.
ES
DECIR:
-a:b
= 3/4 =
0,75 ; cuyo inverso
es 4/3 = b:a
-a:c=
3/5 =
0,60 ; cuyo inverso
es 5/3 = c:a
-b:c
= 4/5 =
0,80 ; cuyo inverso
es 5/4 = c:b
Siguiendo
con sus proporciones, uniendo los catetos y la hipotenusa estas
son:
-(a+b):c
=
(3+4)/5 = 7/5;
cuyo inverso es 5/7
= c:(a+b)
-(a+c):b
=
(3+5)/4 = 8/4
;
cuyo inverso es 4/8
= b:(a+c)
-(b+c):a=
(4+5)/3 =9/3;
cuyo inverso es 3/9
= a:(b+c)
Consecuentemente las proporciones que nacen de dividir sus lados (solos; o sumados) son: 3/4 (inverso 4/3); 3/5 (inverso 5/3); 4/5 (inverso 5/4); 7/5 (inverso 5/7); 8/4 (inverso 4/8); 9/3 (inverso es 3/9). Unas divisiones que marcan claramente los temperamentos pitagóricos, cuyos intervalos de afinación en la Escala musical son exactamente esos: 3/4 ó 4/3 (a la que se denomina "cuarta"; 3/5 ó 5/3 (que combina "quinta" y "cuarta"); 4/5 ó 5/4 (que es el intervalo de "quinta"); 7/5 ó 5/7 (en relación con armonía de "quinta"); 8/4 ó 4/8 (la octava o diapasón); 9/3 ó 3/9 (cuya proporción es 3 o 1/3, igualmente relacionado con la "cuarta" en la escala musical) (….) Siendo así podemos afirmar que el sistema pitagórico de afinación y sus intervalos, proceden de estas medidas que marca el triángulo perfecto (3, 4, 5).
Arriba: Sabiendo que aquellas escalas de Pitágoras y las de sus discípulos, también estaban fundamentadas en la razón de "fi"; nos será ya fácil buscar la relación de este "número áureo" con el mismo triángulo perfecto (…) el triángulo último en la "serie de hipotenusas" que hemos creado, contiene plenamente la fórmula de "fi"; al ser sus LADOS (a)=1; (b)=Ѵ4; (d)=Ѵ5 .
(a/b)+(d/b) = 1,618033989... (número de la "sección áurea", que se dibujaría de este modo -al menos en mi opinión-). Ver explicación sobre las imágenes.
Todo lo anteriormente explicado, unido a cuanto hemos relatado en anteriores capítulos; nos hará comprender la importancia que tenían los instrumentos de cuerda durante la más remota antigüedad. En especial las liras, forminx o arpas; ya que carecen de mástil, por lo que su afinación en cada cuerda es fija. Dependiendo de una armonía localizada, que se resolvía sobre un instrumento similar a un gran arco (con una sola cuerda, tensada y larga); sobre el que se iban localizando las Escalas y los Tonos. Precisando de reglas matemáticas muy sofisticadas, para que las Notas estuvieran bien ajustadas y templadas. Una función que lograban grandes iniciados en acústica, en aritmética y en música. Quienes debido a la complejidad y abstracción de su trabajo y conocimientos; terminaban uniendo las leyes físicas de la afinación y de la armonía, con las del Cosmos y la astronomía. Asimilando los ciclos de los astros, con los intervalos de esos Tonos; y las distancias entre los cuerpos celestes, con las proporciones entre las Escalas. Una teoría antiquísima, procedente de Egipto y Mesopotamia, seguida desde los más antiguos tiempos; ideas que unían la acústica y la armonía, con la mecánica celeste; que -en principio- puede parecernos un absurdo o una locura. Aunque tras El Renacimiento, fue el punto de partida para generar las leyes de astrofísica moderna; iniciadas por Kepler y los Galileo. Cuando consideraron que los sínodos del Cosmos se relacionaban con esas teorías de la música y de sus afinaciones. Suponiendo que la separación y la rotación de los astros, tenía una unión plena con las de Escalas y las cuerdas de un instrumento de cuerda; donde todo era armónico gracias a una tensión equilibrada (similar a la gravitacional) y a unos intervalos regulados (como las distancias entre planetas). Ideas pitagóricas, procedentes del Egipto y de la Mesopotamia más remota; con las que, después de El Renacimiento, mentes como las de Kepler o Galileo, lograron comprender la afinación y la mecánica celeste.
Los hechos antes referidos, nos llevan a comprender el modo en que hace varios milenios; estos instrumentos y sus artes, eran considerados un símbolo de lo más sagrado. Relacionando -a su vez- la acústica de los edificios y las proporciones de los templos, con esas teorías sobre la música; uniendo la arquitectura con las medidas del Universo y con los intervalos en la afinación musical. Todo lo que nos enseña el modo en que las arpas, liras, cítaras o laúdes; significaban para esas antiguas civilizaciones, no solo la expresión de un arte (de la belleza y de lo sublime). Sino también eran entendidos como muestra del conocimiento místico, de los misterios de la mente, del progreso social y del poder sacralizado (en faraones y príncipes del clero). Por cuanto, en el Nilo y en Mesopotamia, los cordófonos eran un atributo del sacerdocio y de los reyes; tanto como se consideraron un símbolo de iniciación y de legitimación, para el dominio social. Convertidos en la seña de distinción entre los más refinados militares o nobles; capaces de tensar el arco para guerrear y tañer las cuerdas de una lira, en momentos de paz.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, una foto mía en Saqqara hace bastantes años; donde recojo un juego de triángulos, con el fin de expresar un método sencillo, para hallar raíces cuadradas de un modo fáctico (dibujándolas en las arenas del desierto, triangulando). Abajo, simulación de un “monocordo”; con su caja de resonancia, mástil, clavija de tensado y cuerda. Tal como se expresa en el diseño; si pulsamos la cuerda en su mitad y la hacemos sonar, obtendremos la misma Nota que si la batimos al aire (pero una Octava más alta). Por lo que en la distancia de un medio (½) se halla la Escala entera. A partir de este principio de equidad y armonía, podremos encontrar el resto de las Notas; que en el sistema de Pítágoras era aplicando de nuevo un “corte” en cada ½ (es decir, buscando el siguiente Tono armónico, en 1/8 de la cuerda).
B) - Las liras, forminx, arpas y cítaras:
Habíamos visto que los cordófonos bien temperados, se originan varios miles de años atrás en el antiguo Egipto y Mesopotamia; apareciendo asimismo en Oriente Medio durante la Edad del Bronce. De tal manera, entre esas primeras civilizaciones y a finales del IV milenio a.C.; estaban muy divulgadas las liras y laúdes, con mecanismos similares a los que fueron desarrollando y perfeccionando durante los siglos siguientes. Por cuanto, hacia el 2500 a.C., se observarán grandes arpas egipcias, con mas de veinte cuerdas. Así como la existencia de orquestas en el Nilo y en Babilonia; formadas por músicos de cuerda, unidos a otros artistas que cantaban o tocaban instrumentos percusión y viento. Pese ello, en las zonas más occidentales del Mediterráneo y cercanas a nuestra península; los cordófonos no comienzan a difundirse hasta el siglo X a.C.. Tal como sucede en la Italia prerromana o en la Iberia anterior a la Edad del Hierro. Un retraso en la aparición de liras y laudes, quizás debido a las tradiciones locales. Pues sabemos que los etruscos celebraban sus ritos, fiestas y bailes; normalmente acompañados por cánticos y músicos de viento o percusión (2) . Para testimoniar cuanto expresamos; diremos que el dato más antiguo sobre la aparición de cordófonos en Italia, lo tenemos en una vasija etrusca fechada en el siglo VII a.C.. Jarro, que representa un tañedor de arpa y donde aparece -incluso- un artilugio para ampliar su sonido o cambiar los tonos (ver imágenes a continuación). Por lo que si en esa etapa tan tardía, llegaron hasta Italia los instrumentos de cuerda (bien construidos y afinados). Hemos de suponer unos dos mil años de distancia, en el uso común de cítaras y liras; entre los habitantes del Oriente Mediterráneo y los de su Oeste.
B-1) Los primeros instrumentos de cuerda, aparecidos en el Occidente remoto:
Posiblemente, esos cordófonos llegaron al Sur de Hispania al mismo tiempo que a Etruria; pudiendo afirmarse que en la zona donde se desarrolló la antigua Tartessos, parece tuvieron una gran aceptación. Siendo muy veneradas las liras o forminx, en el Sur de Iberia; tal como confirma la aparición sucesiva de esos instrumentos, en numerosas estelas de guerrero, de tipo tartessio y datadas desde fines del II milenio a.C.. Conforme a ello, el ilustre profesor Sebastián Celestino Pérez; en su obra monográfica dedicada a esas estelas ibéricas, observa la enorme frecuencia de cordófonos representados en estos bajorrelieves. Principalmente en las de guerreros y no tanto en las femeniles. Monarcas y dignatarios, que figuran junto a un arpa perfectamente labrada; a la vez que portan escudo y armas o van acompañados de caballos y carros, mostrando asimismo algunos enseres personales. Objetos de prestigio, que en especial constituyen: Espejos, abalorios, adornos y peines; debiendo destacarse que estos últimos, son atributos plenamente indoeuropeos (3) . Pues, en las tumbas y en representaciones centroeuropeas, datadas en el Bajo Bronce y el Hierro; encontraremos espejos, joyas y peines. Pero no forminx, ni cordófonos. Lo que obliga a pensar que las liras tocadas por los bardos celtas, deben considerarse una influencia heredada del Mediterráneo; posiblemente venida desde Grecia, después del siglo VI a.C.. Un hecho testificado por la carencia de vestigios de cítaras, antes de esa época; tanto en Europa central, como en las Islas Británicas. Tal como los especialistas ratifican en numerosos artículos; pudiendo comprobarse cuanto expresamos, en un texto de Angel Román -que recogemos en nuestra cita (4) -.
Como hemos señalado, esas estelas de guerrero de tipo tartessio, que lucen cordófonos; se fechan desde el siglo XII y permanecieron esculpiéndose hasta el VI a.C.. Asimismo, es de enorme importancia destacar que han sido halladas en áreas muy lejanas a las de esa cultura. Llegado a encontrarlas en las cercanías de El Pirineo; lo que trataremos en profundidad, al hablar sobre la música en la Iberia Protohistórica. Pues en este epígrafe, debemos ceñirnos a la civilización fenicia y su posible influencia en la importación de cordófonos, hasta el remoto occidente mediterráneo. Debiendo resaltar, que junto a esas figuras de guerrero, o damas, esculpidas en una gran laja (tartessia); comúnmente se contienen numerosos enseres personales, ajenos al mundo púnico. Ya que cerca de las figuras masculinas, veremos cascos con cuernos (usados por los Pueblos del Mar), escudos de gran tamaño (asimismo del tipo de los Sardos o de los referidos Pueblos del Mar), lanzas con tipología del Bronce Bajo; arcos y flechas muy rudimentarios y espadas comunes en el Sur peninsular, durante el último Bronce (“lengua de carpa”). Representándose también caballos y carros, muy diferentes a los de Oriente Medio; además de aparecer profusamente peines o espejos. Todo lo que supone una iconografía muy alejada del mundo fenicio y mucho más próxima a las culturas anatólicas o cretochipriotas, de finales del II milenio a.C.. Tanto como en la referida iconografía de las estelas, existen señales de contacto con el mundo indoeuropeo, procedente de Hallstatt y anterior al siglo X a.C.. Pero -como hemos señalado- en esas grandes lajas, también se encuentran grabadas enormes liras, que acompañan al guerrero; lo que quizás pudo ser un influjo de Oriente Medio, importado por los púnicos o por los pueblos que huyeron desde Anatolia y zonas cercanas al mundo hitita, tras la aparición del Hierro. De igual modo, en el caso de las estelas que representan mujeres; ellas suelen portar una enorme diadema y lo que parecen abalorios. Atributos que quizás fueron traídos por los fenicios; aunque nos inclinamos mas a pensar, que se trataría de adornos comunes a las reinas peninsulares del Bajo Bronce.
Los referidos instrumentos, que aparecen en lajas de tipo tartessio; debemos interpretarlos como símbolo de nobleza y de elegancia marcial. Siendo los cordófonos que vemos allí grabados, muy similares a los que encontramos en la zona sirio-fenicia, desde los siglos XII al VIII a.C.. Aunque en esas costas donde se elevaron las capitales púnicas, desaparecen las huellas de arpas o cítaras esculpidas, entorno al siglo VII a.C.. Debiendo destacarse que en Chipre y Etruria, los forminx se comienzan a incluir en estelas y relieves, solo desde el siglo VIII a.C.. Por lo que es necesario observar, que -precisamente- cuando dejan de figurarse esas liras en Fenicia, es el momento en que se empiezan a encontrar en Italia y en la isla chipriota. Algo que nos hace pensar que quienes las grabaron, exportaron y mantuvieron como símbolos sagrados; quizás serían aquellos que se vieron obligados a huir de Siria desde ese siglo VIII a.C.; presionados por los Asirios. Que terminarían por conquistar toda la franja de Canaán en el 596 a.C.; cuando Nabucodonosor cae sobre Tiro y Sidón, reduciéndolas a sus dominios. Pero en el caso de Iberia, todo hace pensar que quienes primero introdujeron los cordófonos; seguramente fueron esos otros pueblos, obligados a huir hacia el Occidente mediterráneo desde el siglo XIII. Gentes procedentes de Canaán o de Anatolia, herederas de civilizaciones del Bronce y expulsados por las hordas armadas con Hierro. Pueblos del Mar y nuevas etnias, como los aqueos; que desde el 1200 a.C. se expandían por todo Oriente Medio y a los que en numerosas ocasiones nos hemos referido. Quienes fueron llegando a nuestras costas entorno al siglo XII a.C., aportando una precolonización; que actuó como caldo de cultivo para que se generase la civilización turdetana. Cultura que eclosionaría en Tartessos, tras la venida de los fenicios, con la colonización de Iberia por el Hierro llegado desde el mar.
Aunque, será en nuestra Parte III (del estudio), donde trataremos sobre esta cultura del Sur Peninsular llamada tartessia y luego turdetana. Explicando en ese capítulo, mas detenidamente, el origen de estas liras que aparecen en el Sur Peninsular desde el siglo XII al VIII a.C. (representadas sobre lajas). Considerando que estos primeros forminx documentados en el occidente europeo y representados en las “estelas de guerrero”; fueron -a nuestro parecer- importados por precolonizadores venidos desde Anatolia y el Egeo. Quizás debiendo suponer que se trataban de hititas (neohititas), micénios y cretochipriotas huidos del Oriente; escapando en época de Troya, de las invasiones del Hierro. Aunque también debemos considerar, que pudieron visitarnos tribus errantes, armados ya con acero y que buscaban tierras donde asentarse. Como los famosos Pueblos del Mar; llegando quizás hasta Iberia, los llamados Teresh (que darían nombre a Tartessos y a Etruria, según Schulten). Aunque mejor deberíamos pensar en la aparición de los Sardanes, por nuestras costas; llamados en lidia, Cereteos. Unos Sardos o Sardanes, que pudieron venir en épocas cercanas a las que arribaron a Canaán (principios del siglo XII a.C.). Considerando -personalmente- que esos Cereteos tuvieron probablemente un origen Cretense; y de allí ese nombre que les otorga la Biblia. Debiendo pensarse que pudieron alcanzar la Península, porque desde la más remota antigüedad los navegantes de Creta y Chipre, habrían tenido conocimiento y contacto mas o menos continuado con las zonas Atlánticas. Debido a que seguían numerosas rutas marítimas, camino de Occidente; en busca del cobre y del estaño. Un hecho que se acrecentaría cuando en Chipre se agotaron las minas de ese metal que dio nombre a la isla (cupre). Siendo posiblemente los marineros cretochipriotas, quienes vinieron como precolonizadores hasta las costas de Iberia, cuando sus tierras se vieron azotadas por diversos terremotos e invadidas por las hordas del Hierro (desde el siglo XII a,C,). Momento en que habrían importado este tipo de lira Hitita, hasta nuestras costas. Motivo por el que las veríamos representadas en las estelas de guerrero; desde finales del primer milenio a.C. y hasta la desaparición de Tartessos (mediados del siglo VI a.C).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de una de las estelas hallada en Los Llanos (Zarza Capilla) Badajoz; tal como la expone el Museo Arqueológico de Badajoz (al que agradecemos nos permita divulgar nuestras fotografías). Se trata de la representación esquemática de una mujer (o reina) con diadema sobre su cabeza -dama diademada, como se conocen-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de una de las estelas hallada en Los Llanos (Zarza Capilla) Badajoz; tal como la expone el Museo Arqueológico de Badajoz (al que agradecemos nos permita divulgar nuestras fotografías). En este caso vemos un guerrero, con numerosos atributos; entre los que se encuentran: La lira, el peine y un espejo; además de armas y un carro.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de una estela hallada en La Moraleja (Capilla) Badajoz; tal como la expone el Museo Arqueológico de Badajoz (al que agradecemos nos permita divulgar nuestras fotografías). En esta vemos una dama, con diadema y joyas (enorme corona y collar).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de un jarro que se considera obra del artesano etrusco llamado “pintor del Heptacordo”; procedente de Cerveteri y fechado hacia el 670 a.C.. Es propiedad del Wurzburg, Martin von Wagner Museum (al que agradecemos nos permita divulgar las fotografías). En ellas se representa un músico tañendo lo que parece una lira, aunque el instrumento contiene un mecanismo que hace pensar, pudiera ser asimismo una gaita (o bien llevar un sistema para cambiar los tonos). Es de destacar las siete cuerdas, lo que supondría una escala con las mismas Notas que la nuestra (llamada diatónica de DO a SI; sin sostenidos o bemoles).
B-2) Protocolonización y precolonicación; los primeros importadores de la lira oriental a nuestras tierras:
Para comprender quienes pudieron traer los primeros cordófonos regularmente temperados y bien construidos, hasta el Occidente mediterráneo. Sería interesante leer de nuevo una serie de artículos que publiqué en TARTESSOS Y LO INVISIBLE EN EL ARTE; donde trataba sobre los antecedentes históricos a la colonización peninsular. Cuyo primer trabajo intitulé “PROTOCOLONIZACIÓN Y PRECOLONIZACIÓN A DEBATE (PARTE PRIMERA)” -facilitamos su enlace en cita (5) -. Opúsculo que a continuación vamos a resumir brevemente y cuyas últimas conclusiones eran (SIC):
“En la Península Ibérica; antes del momento que describimos se habían sucedido los grandes periodos del Bronce. Con el dolmenismo del Bajo Neolítico e inicio del eneolítico (hacia el 3500) dando por entonces comienzo a Los Millares Temprano. Tras ello, se desarrolla la Cultura de Los Millares (con centro en Almería) durante el Calcolítico y hasta la difusión del Bronce (hasta el 2250 a.C.). Aparece en estos momentos el vaso Campaniforme, que se expande gradualmente por toda Europa del Este, con centro en el Sur de Andalucía (cercano a Almería) y cuyo periodo comprende todo el Bronce Antiguo -desde el 2700 al 1800 a.C.-. Asimismo se produce la Cultura de El Argar (que hereda en Almería a Los Millares) y que transcurre desde el 2500 hasta el 1600 a.C.-siendo paralelas sus etapas a las del Minoico (anterior a Tera Santorino)-. Finalmente y tras suceder el desastre del volcán Tera, en Creta, que arrasa todo Oriente Medio hacia el 1680 a.C.; comienza en la Península una etapa tardía del Bronce, de recesión y denominada Cogotas I, que se fecha entre el 1700 y el 1000 a.C..”
“Desde el 1200 a.C. (aproximadamente) desparece todo vestigio de culturas del bronce como El Argar, y se pasa al Bronce Bajo. Aproximadamente, hacia el 1100 a.C. en Cataluña comienza la cultura de los Campos de Urnas y en las Baleares la talayótica. Entorno al 900 a.C. se inicia Tartessos (Ría de Huelva, armas del Bronce Final fechadas hacia el 850 a.C.). Se supone que algunos Pueblos del Mar se dirigen hacia tierras de Iberia; entre otros: Los Mashawa (que serían Mastienos o Bastetanos); los Tursha o Teresh (que podrían ser tartessios y etruscos). Otros, como los Shekeles van hacia Sicilia; a Palestina los Peleset; a Cerdeña los Sardana, junto a los Danaos (que también se establecen en islas de Oriente Medio). El paréntesis y vacío arqueológico peninsular, desde el 1200 hasta el 950 a.C.; puede entenderse debido a las enormes convulsiones sucedidas en todo el Oriente mediterráneo, provocadas por la expansión del Hierro y a la caída de las civilizaciones de El Bronce”.
Cuanto en los párrafos anteriores hemos recogido, nos marca las etapas eneolíticas peninsulares y las de nuestra protohistoria. Señalando quienes pudieron ser nuestros proto y precolonizadores, antes de que los fenicios desarrollasen la primera colonización, oficializada y conocida, en tierras de Iberia. Acerca de ello, continuaba escribiendo en otro artículo; donde ampliábamos conceptos sobre quienes visitaron nuestras tierras, antes de los púnicos. Ideas que desarrollé en la entrada intitulada “CHIPRE, COLONIZADOR PENINSULAR DURANTE LA EDAD DEL BRONCE (Mariano Torres Ortiz y Jose Ma. López Castro en “Contacto cultural entre el Mediterráneo y el Atlántico. La precolonización a debate")” -ver link en cita (6) - . Donde escribíamos (SIC):
“Continuando con el texto del prof. Torres Ortiz que analizamos, recordaremos que el investigador indicaba como la fase primera de precolonización peninsular, la que él denomina “El prólogo micénico” y que fecha del 1400-1200 al 1100 a.C.. Escribiendo como: “Tras el inicio de los contactos micénicos con el Mediterráneo central en los siglos XVII-XV a.C., concretamente con el sur de la Península Itálica y Sicilia, en el siglo XIV a.C. se va a producir lo que Marazzi denomina `el salto hacia el Far West´ (…) Por cuanto hemos ido estudiando a lo largo de años en nuestros artículos y tal como vemos de nuevo, resulta evidente la presencia de chipriotas en la Península desde al menos el siglo XIV a.C.. Aunque para la mejor comprensión de este hecho, hemos de reflexionar acerca de lo que fue esa isla en la época que tratamos (…) Relaciona el prof. Torres Ortiz todo vestigio oriental que aparece por entonces en nuestra Península, con la llegada de chipriotas. Un hecho que a nuestro juicio muestra y demuestra -además de una enorme intuición-, un gran conocimiento del pasado más remoto del Oriente y del Occidente mediterráneo. Debido a que fue esta una etapa de enormes convulsiones sufridas en todo el Este: En el Egeo, Creta y Chipre; tantas que en ella se debe fechar la famosa Guerra de Troya”.
Por su parte, López de Castro clasifica la llegada de visitantes a nuestras tierras con arreglo a una cronología: “fechando las etapas de precolonización del siguiente modo (pasando más tarde a analizar esas fases, conforme a los hechos que se suceden y en relación a posibles colonos):
- Un Bronce Tardío postargárico comprendido entre 1615 a.C. Y 1375/1350 a.C., con intervalos extremos entorno a,C. 1700-1300 a.C.
- Le seguiría el Bronce Final del Sureste, datado entre c. 1300-920 a.C.
- Para Andalucía Occidental el Bronce Final Tartésico, coetáneo en líneas generales del Bronce Final del Sureste estaría comprendido en el intervalo c. 1250-950 a.C., aunque sólo estaría bien documentado arqueológicamente entre 1150-900 a.C.
-Entre 920 y 750 a.C.; o a partir de 890/800, como mínimo se situaría el intervalo cronológico de la etapa inicial de la colonización fenicia"
Termina el estudio que analizamos, López de Castro; con unas “consideraciones finales, entre las que primero destaca que:“La secuencia de importaciones mediterráneas registrada es prolongada en el tiempo, abarcando casi cuatrocientos años entre circa. 1375 y 1000 a.C. en la Alta Andalucía -con los datos actualmente disponibles-; mientras que en el Suroeste peninsular se prolonga hasta 950 a.C., momento en el que la presencia fenicia se hace estable con la fundación de un asentamiento en Huelva”
Siguen nuestros artículos acerca de la proto y precolonización de la Península, con otro trabajo más, que intitulé “LA PRECOLONIZACIÓN A DEBATE (parte tercera): Jose Clemente Martín de la Cruz -comentario a su estudio, intercalando ideas del profesor Delibes” -ver su link en cita (7) -. Donde asimismo añadí (SIC): “Las palabras finales del profesor Martín de la Cruz (...), no dejan lugar a dudas; expresando la evidencia de contactos frecuentes entre el oriente mediterráneo y nuestras costas, al menos desde el 1500 a.C.. Un momento, que -como hemos dicho- se corresponde con la “era de Minos” y el tiempo del minóico pleno. (…) otra muestra de una precolonización cretochipriota y anatólica en nuestra Península, es la forma de escritura ibérica. Un alfasilábico que tan solo pudo llegar a través de navegantes venidos mucho antes que los fenicios. Pues los pueblos iberos “alfabetizados” nunca escribieron con caracteres púnicos, sino con un alfasilabario de origen cretochipriota, que alternaba “letras” con signos silábicos (de manera igual a los de Creta y Chipre)”.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, vaso minóico palacial (de figuras rojas) procedente de la necrópolis de Xania (Creta); fechado hacia el 1350 a.C. y propiedad del Museo Arqueológico de Xania (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). En este se representan los cuernos sagrados, con el hacha doble (a nuestra izquierda), una lira en forma de barca que sujeta un hombre (quizás una deidad cercana a Apolo) y sobre aquel, dos córvidos o palomas sagradas. La escena seguramente recuerda el hecho narrado por los antiguos, de un modo para capturar aves, tocando música -haciéndolas venir, al sonido de los instrumentos-. En la situación descrita están todos los rasgos que antes habíamos explicado, comunes entre las representaciones ibéricas y las cretenses: Los cuernos sagrados, el labrys (o diseño de piel de toro) y las palomas. Incluso se incorpora a ella la figura masculina con una lira, todo lo que igualmente recuerda a las estelas tartessias (estelas de guerrero); donde comúnmente aparece representado un hombre junto a un “forminx” (instrumento de cuatro a siete cuerdas, semejante a la lira griega). Además, hemos de observar el parecido entre ese “arpa” y la representación de los barcos; todo lo que se explica, por unión de conceptos y materiales. Ya que para la navegación era necesario un alto conocimiento de matemáticas (al igual que en la afinación); debiendo trabajar carpinteros de gran prestancia y equipamiento, en los astilleros y entre los ebanistas que hacían instrumentos de música.
Al lado, dibujo mío con bailarinas de Egipto, danzando al son de tambores rectangulares; que en España también existen, denominándose “panderos del Ramo” o “de Ramos” (siendo comunes en zonas tan tartessias como Berzocana y Las Villuercas, donde se han hallado tesoros del Bajo Bronce). Parece ser que en Egipto se fabricaban con pieles caprinas y sobre todo de íbice; principalmente de gacela, como la que vimos representada en la tumba de Tutankhamon (luciendo una mancha en la frente similar a la marca del Labrys). Antes hemos dicho que durante la Antigüedad, la magia, la música, las artes y la religión estaban plenamente unidas. De tal modo, las celebraciones con danzas rituales, se realizaban con instrumentos unidos a las peticiones que se realizaban al dios. Aplicándose principios de magia simpática; lo que probablemente representa la Bandeja de la Joya. Expresando una ceremonia de cantos, bailes y música dedicada a Tanit; en la que se reza o se dan las gracias por los bienes logrados en las exportaciones. Tal como se muestra en el dibujo, con una barca partiendo, llena de lo que parecen cueros o bien lingotes (ver imagen de la bandeja, con las explicaciones que hemos añadido).
Bajo este párrafo, diseño oficial de la bandeja de la joya (circa. Siglo VII a.C.), que yo he retocado y coloreado. Como ya hemos dicho en varios de nuestros artículos; en esta bandeja de la necróplis onubense de La Joya se representa una fiesta de Tanit, celebrada por mujeres. Algunos investigadores de la talla de Kukahn y Blanco Freijeiro creyeron ver que las oficiantes portaban "lingotes piel de buey". Pese ello, cuando analicé en profundidad la escena (tras redibujarla y colorearla, siguiendo el modelo oficial); nos pudimos dar cuenta como "aquello" que tenían en sus manos las oferentes, debían ser panderos. Tamburas de tipo africano, construidas con la piel de un animal -ovino o caprino-; de ello la forma semicuadrada, tanto como su ligereza que permite a las mujeres sujetarlas con un solo brazo. A mi juicio, la ornamentación quizás refleja una celebración en agradecimiento de la exportación de cueros o lingotes; cuanto se vislumbra entre la carga de la barca que aparece zarpando de tierra (a nuestra izquierda). Unas pieles, o bien Talentos de metal, que posiblemente sean los que también adornan la bandeja en su zona media.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Gráfico mío con los alfasilábicos ibéricos comparados con otros sistemas similares: Chiprominóicos, Minóico Lineal A y B, Luwita, Hitita y Silabario Chipriota. Todos estos modos de escribir (con fórmulas silábicas y a la vez alfabéticas) son muy anteriores al alefato fenicio. De aquellos carácteres egeos y anatólicos, descienden los que utilizaron los iberos; que nunca escribieron su lengua con signos púnicos.
B-3) Las liras en las estelas de guerrero y sus orígenes:
De los datos anteriormente apuntados podemos deducir que algunos de los que fundaron Tartessos fueron -con toda seguridad- habitantes de las zonas creto chipriotas y sirio-fenicias; llegados entorno al 1200 a.C.. De cuyas arpas y armas dejarían buen testimonio en las mencionadas estelas de guerrero del Sur Peninsular. Pese a ello y por el casco de cuernos, con los que representan a los dignatarios que portan arpas, en los citados bajorrelieves. Deberíamos pensar que quienes impulsaron las estelas de guerrero (de tipo tartessio), estaban unidos a los Pueblos del Mar y no tanto con los Fenicios. Puesto que los penachos esculpidos en sus cabezas, lucen unas grandes astas; desmesuradas y que claramente guardan un carácter simbólico. Consecuentemente, para considerar esas lajas, obra de gentes fenicias; nos encontramos con un primer problema, ya que los púnicos apenas tienen bajorrelieves antropomorfos de ese tipo. Pero, en todo caso, tan solo podríamos considerarlos “retratos” y personificaciones de un Melkarte-toro (Moloc); lo que no encajaría con las representaciones de guerrero. Además no podríamos relacionar el armamento que portan los dignatarios de esas estelas tartessias; que es de tipo indoeuropeo y no púnicas. Porque dada la tipología y atuendos de los figurados en esas estelas; creemos mas acertado opinar que pudieran tratarse de pueblos llegados desde Anatolia -especialmente de Caria o Lidia, donde en época coetánea, lucían llamativos cascos- o bien directamente de los Filisteos (sobre los que hemos hablado anteriormente cuando tratábamos de la formación de Israel). Por cuanto apuntamos, estos primeros colonizadores tartéssicos (aparecidos en los bajorrelieves), tendrían una ascendencia muy ligada a Creta (filisteos) o bien a Troya y los hittitas (carios o lidios). Pues, como ya dijimos, esos cascos con grandes cuernos se corresponden a gentes del Hierro que invadieron a los fenicios y gran parte de Oriente Medio, desde el siglo XII a.C.. Tal como narran las crónicas y grabados que narran las luchas entre Ramsés III y los Pueblos del Mar; mencionando su ferocidad, tanto como su “estrambótico” aspecto, luciendo extraños cascos y uniformes.
De cuanto hemos expuesto, puede concluirse que quienes instituyen en nuestra Península, este rito de conservar el recuerdo, en grandes piedras con bajorrelieves; representando guerreros y damas (hace unos tres mil años). Con toda probabilidad fueron gentes de este origen anatolio; Pueblos del Mar o bien habitantes de culturas anteriores, que huyen desde el mundo hitita o creto chipriota al verse asediados por los Hombres del Hierro. Considerando más probable, la hipótesis de un Pueblo del Mar; sobre los que la profesora Sandars expone -en su libro acerca de estas tribus que se expandieron por el Oriente Próximo (8) -. El modo en que muchos de ellos, lucían enormes espadas y cascos con cuernos; destacando con ese atuendo una de sus tribus, a las que se conoció como Sardana (o Sherdan). Citados ya desde el siglo XIV a.C. en Biblos; y representados de ese modo, en Egipto (a finales del XIII a.C.). Concretamente, cuando Ramsés II los contrató como mercenarios; mencionando los del Nilo, el modo en que en ocasiones combatían a favor de ellos, tanto como en su contra (dependiendo de quien les pagase). Luchando de una forma muy diferente a los egipcios, cuyas armas eran preferentemente arcos y flechas. Esos Sardana portaban espada y lanza; con unos modelos de sables cercanos a la tipología en “lengua de carpa”, parecidos a los labrados en las estelas de guerrero del área tartéssia. Para mas similitudes, llevaban un casco redondo con grandes cuernos curvos, luciendo normalmente una punta con bola en su parte alta. Tal como los que observamos en los mencionados bajorrelieves del Sur Peninsular. Finalmente, sus escudos eran redondos; al igual que los representados en estas estelas de Iberia (junto al guerrero).
Concluyendo la prof. Sandars que tales cascos con cuernos, eran una tipología única de la Anatolia durante los siglos XIII y XII a.C. (apareciendo algunas veces tan solo en Mesopotamia). Sin existir armas, ni indumentaria similar; durante la Primera Edad del Hierro europeo o en el Mediterráneo Oriental. Afirmando la autora, que a los Sardana se les relacionaba plenamente con Cerdeña. Lo que nos llevaría a considerarles como principales precolonizadores de nuestras costas; e importadores de esas liras grabadas en las lajas del Sur. Un hecho que hizo notar el genial Schulten, hace más de cien años (9) ; cuando mencionó la relación entre Tartessos y Cerdeña, basándose en leyendas protohistóricas. Destacando como en la mitología “greco-turdetana”, el rey de Tartessos vencido por Heracles, fue el famoso Gerión. Cuyo nieto, nacido de la princesa Eriteya, se llamó Norax; fundador de una ciudad homónima en Cerdeña y denominada Nora. Unas leyendas recogidas por Pausanías (Viaje por Grecia -X, 17, 5-) y por Solino (De mirabilibus mundi -4, 1-); quienes en los siglos II y III, refieren como el mencionado Norax, fue un nieto del rey de Tartessos. Que tras la derrota de su abuelo a manos de Heracles, huye a Cerdeña; donde establece sus dominios (sobre una urbe con igual nombre). Lo que interpretó Schulten, relacionado asimismo con la población de Nora, en Menorca; y con los Nuraghes, en Cerdeña. Concluyendo que esa mención mitológica, muestra el comercio y el contacto entre las Baleares y el mundo Sardo; con el Sur y el atlántico peninsular. Una unión y un comercio, que la arqueología ha podido demostrar (tras infinidad de hallazgos); decenios después de que el profesor alemán lo intuyera y aseverase, a principios del siglo XX. Hechos que explicarían el texto de la famosa estela de Nora (10) ; hallada en 1773 junto a la ciudad sarda de Pula (donde se hallaba antiguamente la urbe fenicia que da nombre a esa losa). Traducida finalmente hace unos treinta años y cuya inscripción fenicia podemos ver en imágenes siguientes; donde modernamente se ha descubierto que se mencionan las luchas entre tartessios y sardos -ver cita (11) -.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, diversos bronces votivos fenicios, representando Melkarte; hallados en Cádiz y fechados entre los siglos VIII y VI a.C. (tal como los expone el Museo Provincial y Arqueológico de este ciudad, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen).
Al lado, La famosa “Estela de Nora”, propiedad del Museo de Cagliari (Cerdeña); fechada entre los siglos IX y VIII a.C.. Su inscripción en lengua fenicia, según lectura de Frank Moore Cross (profesor de teología y lenguas semíticas de la universidad de Harvard); ha de traducirse del siguiente modo: “Milkaton, hijo de Shubna, general de ¿el rey? Pummay. ¿Peleó? con los ¿sardos? en Tarshish y los expulsó. Entre los sardos hay la paz, su ejército está en paz” -recogemos entre interrogaciones las palabras cuya transcripción es dudosa-. Hemos de destacar que la mención a un monarca llamado Pummay, refiere a dinastías cretochipriotas; donde se da este nombre entre la realeza. Asimismo, es importante concluir que en Cádiz y el Sur Peninsular, han aparecido innumerables vestigios sardos, coetáneos a esta estela. Asimismo, en Cerdeña fueron halladas ánforas, cerámicas de uso cotidiano y armas, de procedencia tartessia (muy similares a las de Huelva y Cádiz de los siglos IX al VII a.C.).
Abajo, bronce votivo fenicio que representa a Melkarte con atributos de Osiris y corona de faraón (tal como lo expone el Museo Provincial y Arqueológico de Cádiz, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, bronce votivo fenicio que representa a Melkarte con cola de pez y tocado sirio. Abajo, bronce votivo fenicio que representa a Melkarte en actitud de golpear, a modo del dios Resef (tal como los expone el Museo Provincial y Arqueológico de Cádiz, al que agradecemos nos permita divulgar nuestras imágenes).
B-4) Las liras de guerrero y su posible significado:
La aparición de las cítaras en las estelas de guerrero peninsulares y en las sirio-fenicias; es un hecho tan extraño, que algunos autores fechan con algo de anterioridad las del Valle del Guadalquivir a las halladas en Canaán. Siendo esta hipótesis mencionada por nuestra autoridad más destacada sobre el mundo de Tartessos; como lo es, el insigne Sebastián Celestino Pérez -idem (3) -. Lo que se avala con las cronologías y conclusiones que aportan otros autores sobre esas losas; entre las que destacamos las hipótesis de Almagro Bash, de Coffyn y Barceló, o de Amagro-Gorbea (12) . Por cuanto, al datarse las piezas halladas en nuestras tierras en un arco que comprende desde el siglo XI al VI a.C.; mientras las de Oriente Medio se fechan entre el X hasta el VIII a.C.. Puede deducirse que la cultura que creó y divulgó estas losas con bajorrelieves; se estableció en nuestras tierras, antes que en las púnicas. Ello haría suponer que los colonizadores; vinieron primero al Sur de Iberia y más tarde a las costas o el interior de Canaán (tratándose, quizás de gentes pertenecientes a los Pueblos del Mar). Este último hecho, puede explicarse perfectamente desde el punto de vista histórico; pues parece que esos primeros “hombres del hierro”, cuyas tribus llamamos “del mar”. No fueron aceptados plenamente en la zona de Siria y del Creciente Fértil, hasta haber luchado contra Ramsés III (unidos a fenicios y a poblaciones vecinas a Egipto).
Muy por el contrario, se sabe que en nuestras orillas del Sur Peninsular, se afincaron algunos de esos Pueblos del Mar, desde su primera aparición en la Historia. Al verse obligados a dirigirse hacia el remoto Occidente, en busca de lugares donde habitar; desde zonas cercanas a Anatolia (desde finales del siglo XIII a.C.). Migraciones, a la que varios teóricos han atribuido el origen de numerosos pueblos en el Sur Peninsular. Cosiderando que de ellos nacieron las gentes de Mastia; que posiblemente deberían su nombre a una de esas tribus procedentes del Egeo, llamada Mastiena (Masawa). Del mismo modo, se supone que los Sardana llegaron hasta Cerdeña; isla a la que dieron nombre y donde fundarían ciudades como la mencionada Nora. De igual forma, se considera al grupo denominado Shekelesh, colonizador de Sicilia; por cuanto denominaron Sículos a sus pobladores. Siendo teoría del propio Schulten, que el Pueblo del Mar llamado Teresh; fue el antecesor de los “turta”; de quienes nacieron los Etruscos. Considerando el sabio alemán, que igualmente pudo ser este el origen del nombre de Tartessos y el de su etnia (procedente desde los Teresh o Terta). Ante lo expuesto, no debemos de olvidar tampoco, que entre los primeros colonizadores y más antiguos del Sur peninsular; se halla uno citado como “cureta”. Que a mi juicio, deberíamos considerar como los hombres “cupretas” o buscadores de cobre; entre los que podríamos identificar a los de Chipre y Creta (voces que a mi juicio se unen con la palabra “cupre”; “urre” en lenguas indoeuropeas). Por todo cuanto hemos expuesto, esa pronta venida de esas tribus del Hierro hacia el Occidente Mediterráneo; explicaría que este tipo de liras aparezcan casi cien años antes en nuestras costas. Reflejadas en las estelas de guerrero, cuyos inicios fechan numerosos autores en el siglo XI a.C.. Mientras en Oriente Medio, esas cítaras no las veremos hasta bien entrado el siglo IX a.C.; más de cien años después.
De lo anteriormente anotado, habríamos de deducir que aunque esos forminx llegasen a nuestras tierras en fechas cercanas a la colonización fenicia y a zonas de influencia púnica (como Gadir). El instrumento de cuerda, posiblemente no fue importado primeramente por gentes semitas; sino por las mencionadas tribus indoeuropeas, que huyeron de la caída de Troya y del final del mundo Hitita. O bien, por esos Pueblos del Mar, que buscaban nuevos reinos y tierras; mientras se expandían nómadas, tras la aparición del acero. Blandiendo nuevas armas, que en unos casos les proporcionaron un medio para huir de sus antiguos dominadores; pero en otros, les servían para vagar por el Mediterráneo intentando, buscar un hogar donde establecerse. Desde este prisma, veríamos que las liras aparecidas en las estelas de guerrero tartessias, -a mi juicio- hemos de considerarlas un instrumento musical de influencia hittita, y no tanto púnicas. Traídas a nuestras tierras probablemente por los Sardana, los Teresh y los Mashawa; o bien, por los pueblos del Bronce Egeo, cuando huyen de sus dominios ante la aparición del nuevo metal (micénicos, minóicos o chipriotas). Arpas importadas hasta nosotros, por estos que venían desde las costas próximas a Anatolia, desde el siglo XIV al X a.C.; llegados hasta el Guadalquivir. Importando nuevos cultos y extrañas formas de vida, en la naciente civilización turdetana. Destacando entre esas costumbres, la del guerrero representado junto a una cítara; luciendo sus armas y otros enseres personales.
Lo anteriormente expuesto, nos obliga a entender esos cordófonos como un símbolo de enorme importancia. Tanta, como para significar uno de los atributos principales de los dignatarios máximos, en aquella época. Un hecho, difícil de comprender en nuestros días; ya que muy poca -o ninguna- relación tienen actualmente las cítaras, con el mundo militar o de gobierno. Pero hemos de suponer, que a finales del Bronce y comienzos del Hierrro; los forminx tendrían un sentido religioso y cultural de gran relevancia. Llegando a figurar como uno de los objetos que definían al rey o al jefe de los ejércitos. Algo que implica -asimismo- un signo de enorme refinamiento; mostrando como los comandantes de las tropas, lucían esos cordófonos. Cuya utilidad y uso en la milicia sería enardecer a sus huestes con su música. Debiendo estos capitanes, saber interpretar sones en sus liras y entonar bellas melodías; con las que incentivarían a sus soldados. Tocando y cantando al unísono junto a ellos, antes de ir a combate; o bien, interpretando una bella música para las gentes que dirigían. Mostrando así una enorme capacidad, como guías; que comandaban a las tropas y a los civiles. Transmitiendo a su pueblo y a sus hombres, confianza y serenidad; mostrando su inteligencia y sensibilidad. Demostrando, asimismo, conocimientos para afinar y tañer un cordófono; lo que precisaba durante la Antigüedad, grandes estudios de matemática y de física acústica. Unos hechos que nos hacen comprender por qué las religiones y los cultos de la Antigüedad, figuran a los más capacitados, dominando la lira y la música. Tal como sucedía con el dios de la cultura y de la sabiduría: Apolo. Por todo lo que nos será fácil comprender por que actualmente hay países que han idealizado esos cordófonos; llegando a elevarlos a enseña nacional. Tal como sucede en Irlanda, donde podremos ver un arpa en su escudo; venerada y casi deificada.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres estelas alentejanas, propiedad del Museo Arqueológico y Provincial de Beja (Portugal) al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen. Este tipo de losas, fueron denominadas alentejanas al haberse descubierto por vez primera en El Alentejo. Se datan entre los siglos XIV al X a.C. (13) y son un verdadero enigma, ya que muestran un tipo de armamento que se relaciona con el del Danubio y de Oriente Medio, en el Bajo Bronce. Asimismo, es un misterio la magnífica labor que muestran, con unos bajorrelieves absolutamente realistas. Todo lo que hace evidente una protocolonización, llegada a nuestras costas del Sur y del Atlántico, desde el siglo XIV a.C.; aculturación, que se prolongaría hasta la aparición de los fenicios (entorno al siglo IX a.C.). Arriba, estela hallada en Santa Victoria (Portugal). Al lado, pieza descubierta en 2013 en Monte del Olmo (Portugal). Abajo, otra de las estelas encontradas en Santa Victoria. En este caso, observamos el detalle y perfección de sus bajorrelieves; donde representan varias herramientas. Lo que -a mi juicio- nos hace plantearnos su relación con escultores (o grabadores en piedra) de origen egipcio. Por su parte, he expresado “herramientas” y no armas; porque si observamos sus figuras con detenimiento; contienen algunos objetos que no son de uso bélico. Como dos cinceles y un pico, aparentemente de carpintero o de cantero. Asimismo, vemos normalmente en estas estelas del Alentejo, un extraño “desjarretador” con forma de doble ancla; que más se asemeja a un útil marino o a una guadaña para cortar ramas. Aunque pudo ser un tipo de hacha, usada para cercenar jarretes en batalla; pese a que por aquel entonces apenas se conocía la doma del caballo, en la Península Ibérica.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos dibujos míos con exvotos de soldados sardos, fechados entre los siglos XIII al X a.C. (conservados en los museos de Cerdeña). Sus escudos, cascos y armas; son muy semejantes a los representados en las estelas de guerrero, de tipo tartessio.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, bandera y escudo de Irlanda; con el arpa como símbolo sacralizado. Todo lo que nos indica un recuerdo del pasado más remoto; donde los bardos y los guerreros músicos, eran la gloria de su cultura. Abajo, otro dibujo mío con un soldado sardo (fechado entre los siglos XIII al X a.C. y conservado en el museo de Nora, Cerdeña). Podemos observar como su casco es muy semejante a los representados en las estelas de guerrero, de tipo tartessio. Asimismo, parece que entre sus manos sostiene un forminx.
B-5) La lira de Apolo:
Con los datos antes expuestos, comprenderemos por qué se considera a los hittitas, difusores y divulgadores de este instrumento. Aunque debemos recordar que ese mundo de Hatti, quedó aniquilado con la aparición del Hierro; resultando evidente, que su población se vio obligada huir desde el siglo XIII a.C.. Marchando gran parte de esas gentes hacia zonas del extremo Occidente; llegando a Sicilia, Cerdeña y hasta nuestras costas. Algo que puede explicar la pronta aparición de liras, entre las culturas del Bajo Bronce peninsulares; donde se les otorgaría un especial significado. Debido a que esos pueblos venidos de Anatolia y emigrados hasta el remoto Oeste mediterráneo; dieron al cordófono un gran valor, que superaba el sentido estético y muy relacionado con lo sacro. Pues, como decimos, era la cítara el símbolo de la sabiduría; siendo el atributo principal de Apolo, como dios del conocimiento y de la belleza. Aunque el mito narra que no fue inventada por él; sino, la recibió como regalo, tras una pugna con Hermes. Atribuyendo a este último la creación de la lira; usando el caparazón de una tortuga y los intestinos de unas vacas robadas a Apolo. Una leyenda que nos obliga a identificar ese cordófono, con algún tipo de instrumento con caja y mástil (no tanto con un arpa). De tal modo, poco después de haber ideado Hermes aquella primera pandura; surgió una disputa entre ambos dioses, cuando el dueño del ganado se apercibió del hurto. Solucionando la discusión Zeus; mediando para que Apolo se calmase, al escuchar como su hermano tocaba ese instrumento. Logrando, finalmente, que Hermes se lo regalase; consiguiendo la paz entre ambos.
El mito anterior -a mi juicio- expresa o desea recordar, que los forminx no fueron originarios del lugar donde nació Apolo y su culto. Una deidad cuyas raíces más profundas se consideran anatolias, hasta el punto de creerle el fundador de Troya. Simbolizando -a mi entender- esa leyenda donde Hermes crea la lira; una idealización de influencias venidas de otros lugares, hasta el mundo de Apolo. Pudiendo interpretarse que ese Mercurio heleno, como dios de los viajes y del comercio; significa las gentes llegadas desde Egipto o de Mesopotamia. Personificando a quienes importaron y enseñaron en Anatolia, el uso y la fabricación de los cordófonos. Un instrumento que es regalado a Apolo; quien lo hace suyo, hasta el punto de lograr derrotar a innumerables rivales con su lira. Entre los que destacó Marsias, al que desolló tras haberle vencido como artista. Una leyenda que muestra el gran valor que los helenos otorgaban a la música de cuerda; y del desprecio que sentían por la interpretada con flauta y percusión. Considerando sagradas las melodías nacidas desde las cítaras; mientras las tocadas con viento y tambores, eran tenidas por “marciales” o para las bacanales (de allí el nombre de Marsias -marcial- y su triste destino).
Finalmente, hemos de destacar, que otro de los atributos de Apolo fuera el arco; un objeto absolutamente relacionado con los forminx. Pues, como hemos narrado; quienes construían arcos de guerra, podrían ser los mejores fabricantes cítaras (conocedores del trabajo en madera y del modo de crear tensas cuerdas -con intestinos-). Por su parte, Apolo también lucía carcaj con flechas, casco y hasta una espada. Objetos que nos recuerdan sobremanera a las representaciones en las Estelas de Guerrero, de tipo tartessio; donde veremos dignatarios, acompañados de arpas, lanzas, espadas, carcaj y flechas (a más de escudo y otros enseres bélicos; que también viste el dios de la belleza heleno). Una deidad, que asimismo era protector de la colonización; considerándose que acompañaba a los griegos en sus misiones de ultramar, donde divulgaban y extendían su civilización. Por cuanto se dice que gracias a Apolo, los cretenses habían fundado Troya; mucho antes de la era helena (quizás hablando este mito, de la Troya V; que se supone unida a la cultura minóica). Finalmente añadiremos una idea propia; pues sabiendo que era benefactor de la colonización, este dios cuyos atributos eran: El arpa, el arco, las flechas y la espada y las armas. No sería extraño pensar que en las mencionadas estelas de guerrero se contenga la imagen de reyes o comandantes militares de época tartessia; idealizados como un Apolo. Debido al influjo venido de Anatolia hasta nuestras tierras, desde el siglo XIII a.C.; cuando los habitantes de esta península que hoy es Turquía, se vieron obligados a huir (tras aparecer ejércitos armados con Hierro).
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SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Fuente de Apolo y Minierva, en los jardines del Palacio de la Granja (Segovia). Arriba, las esculturas, con ambos dioses. Al lado, representación de Apolo, con su lira, el arco y el carcaj. A sus pies, se halla la serpiente Pitón, vencida y sometida por el dios desde su infancia. Abajo, la fuente vista desde el lado opuesto; donde se observan los atributos de Minerva (también, como diosa de la sabiduría).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, imagen similar a la anterior, donde podemos observar con detalle estos símbolos de Minerva y Apolo: El orbe para el estudio del Cosmos, junto a reglas de cálculo matemático (atributos de ella); la lira y el carcaj con flechas (objetos de él). Abajo, un bello mosaico romano, donde se representa a este dios, tañendo su arpa. Hemos de destacar, que el número de cuerdas vuelve a ser siete; lo que implica una escala diatónica igual a la nuestra (de Do a Si; pero excluyendo los medios tonos).
B-6) Simbolismo de la lira sagrada:
Es una evidencia histórica, que los cordófonos fueron inventados por los egipcios y por los summerios (refiriéndonos a los bien templados). Quienes, a lo largo de los siglos, los hicieron progresar técnicamente; mientras su uso y conocimiento se extendía paulatinamente por todo Oriente Medio. Ello supone, que culturas muy anteriores a la de Hatti, conocían y dominaban a la perfección, esos instrumentos. Aunque el relato heleno, considera a los hititas, difusores y hasta inventores, de las liras y arpas. Siendo difícil pensar que los griegos tomasen ese instrumento desde sus vecinos de Anatolia; sin atender a otras civilizaciones muy anteriores, donde existieron cordófonos desde el III milenio a.C.. Pudiendo haber heredado los egeos esas liras, desde los fenicios (tal como hicieron con el alfabeto); o de los cretenses (de quienes tomaron la mitología junto a innumerables rasgos culturales). Aunque lo más probable, es que llegasen a la Hélade desde Egipto o de Babilonia (como padres de todas las culturas antiguas). Pese a lo expresado; la Historia y la leyenda, afirma que la cítara fue importada a Grecia desde Anatolia. Ello nos lleva a pensar que cuanto verdaderamente les llegó desde el mundo hitita y de la antigua Frigia, sería el significado sacro del instrumento. Pues entre estos pueblos indoeuropeos que ocuparon la zona donde hoy se halla Turquía; la lira fue un símbolo con enorme importancia. Tanto, como para ser considerado una “insignia nacional”; significando el conocimiento, el poder y el misticismo religioso.
Lo que hemos expresado anteriormente, también puede hacernos comprender el sentido del cordófono entre los primeros colonizadores de la Península Ibérica. Muchos de ellos, emigrados de Anatolia, cuando en el siglo XIII a.C., su tierra se vio arrasada por las hordas armadas con el nuevo metal (férreo). Hechos que explicarían su aparición en las mencionadas estelas del área de Tartessos; donde esas liras son un distintivo de alto rango militar y social. Figurando junto al guerrero o el rey, con igual relevancia a los atributos de combate (casco, escudo, lanza, espada, carro y etc). Representaciones donde tan solo se incluyen otros dos objetos de uso cotidiano; como son: el espejo y el peine (o peineta). Más tarde, cuando tratemos sobre Tartessos y los diversos accesorios o ropajes conservados en el Sur Peninsular; hablaremos de la peineta (el peine) y del espejo. Dos enseres que se representan también en los enterramientos y dignatarios, entre los pueblos de Centro Europa y durante el Bajo Bronce. Por lo expuesto, en este capítulo nos centraremos tan solo en la aparición de la cítara en Turdetania y Canaán. Unas liras, que guardan un sentido místico y no solo musical; conteniendo un simbolismo sagrado muy similar a las que se citan en el Antiguo Testamento. Cuyo significado -sabemos- era semejante al de las usadas en ceremonias fenicias. Con las que danzaban guerreros y reyes, dando leves pasos; cuyos movimientos contenían un enorme significado religioso y social. Lo que nos lleva a señalar bailes de monarcas descritos en los textos sagrados; como el realizado por David, mientras tocaba y danzaba ritualmente frente al Arca, tras su victoria contra los filisteos (1, Cron. 15, 29; 2 Salm. 6,14). Ceremonias en las que un guerrero o dignatario, baila e interpreta música con la lira. Celebraciones que en la cultura helena tendría un significado muy relacionado con el culto a Apolo-Hermes. Por lo que -quizás- entre los habitantes peninsulares del Bajo Bronce de nuestras tierras; se concibió de un modo similar. Dedicados a una deidad cercana a un Melkarte, procedente de Canaán y desarrollado en Anatolia (especialmente en Lidia y Frigia). Un divo de la lira y la guerra, personificado finalmente en ese Apolo-Hermes de los griegos; como dios de la sabiduría, las artes, los viajes y el comercio.
Entorno a este tipo de ceremonias religiosas y rituales, donde monarcas y militares tañían sus cítaras mientras danzaban, celebrando la victoria o solicitando protección a los dioses. En el epígrafe anterior hemos mencionado una famosa leyenda; protagonizada por Apolo y Marsias. Relato en el que Marsias -creemos- personifica al músico marcial e inculto; el tamborilero y flautista del ejército (de ello su nombre). Cuyo mito narra que encontró una flauta que Atenea había arrojado a un río homónimo (el Marsia); después de que la diosa, al soplarla, vio su reflejo en el agua (observando los carrillos hinchados y su cara deformada). Por lo que Marsias, sin maestro alguno; comenzó a tocar ese instrumento hallado casualmente. Tras lo que llegó hasta él una cohorte de campesinos, que le aclamaron. Colocando a este músico al frente de sus ceremonias, para interpretar las melodías del séquito de Cibeles. Unos seguidores de la diosa, carentes de cultura; quienes afirmaron que ni el mismo Apolo conseguía realizar tan maravillosas melodías. Lo que enloqueció a Marsias y enfureció a Apolo; quien le retó en un concurso, deseando probar cual era el mejor artista. La condición para ganarle, era tocar con el instrumento invertido; algo imposible realizar con una flauta (aunque sí con una lira). Por lo que el músico de Cibeles perdió la apuesta; provocando la ira de Apolo. Que tras vencer, decide atar al incauto Marsias a un árbol y matarlo de forma terrible -desollándolo- (14) .
El mito de Apolo y Marsias, en esencia, explica el triunfo del refinamiento y la cultura; sobre la barbarie y el populacho. Destacando como Apolo -un dios Olímpico y griego continental- vence al frigio Marsias (un burdo hitita, cuyos ritos religiosos eran crueles y ancestrales). Personificando de un modo legendario, el dominio de los griegos sobre las zonas anatólicas; que consideraban culturizadas por ellos y salvadas así de la brutalidad. De ese modo, Apolo y su devoción; se consideraba dominado por la sabiduría, el intelecto, la belleza y la moderación. Debido a lo que su atributo fue una lira de siete cuerdas; número que también simbolizaba las vocales del alfabeto heleno (“inventado” por ese dios). Tanto como las matemáticas que él tutelaba, presididas por el enigmático 7. Cifra que señalaba las cuerdas y las Notas diatónicas; pero también se relacionaba con los días de la semana y la astronomía (regida por ciclos lunares y de mareas, con 28 jornadas). Presidiendo el siete los enigmas de la física acústica y los misterios de la afinación; del buen temperamento musical, que contenía 7 tonos y 5 semitonos (en sus 12 Notas). Muy por el contrario, Marsias personifica al pueblo analfabeto, que veneraba a la diosa frigia Cibeles. Cuyas ceremonias eran famosas por orgiásticas y burdas; además de contener sacrificios humanos (cercenando miembros a quienes se ofrecían o lo solicitaban; castrando a los sacerdotes de su culto). Celebraciones que solían ir presididas por unos “marciales” flautistas y percusionistas, cuya función era generar un éxtasis enloquecido. Alterando los sentidos y creando un caos emocional, con su percusión y viento; para llegar a un estado de gran excitación a través del sonido. Todo ello, en procesiones que terminaban con desenfreno y hasta aberraciones sexuales (en plena calle).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, la estela de Luna; hallada en este municipio aragonés y propiedad del Museo Provincial de Zaragoza (al que agradecemos nos permita divulgar nuestras imágenes). Nuevas dataciones la fechan entre el 1250 y el 750 a.C.; aunque comúnmente se ha considerado del siglo VIII a.C.. Tiene forma de torso humano, imitando unos hombros y se cree una escultura antropomorfa; por cuanto considero, no sería extraño pensar que iba coronada por una cabeza (un pedernal redondo que se colocase encima). Creyendo que esa testa tuviera unos 25 centímetros, le daría una altura total de 1,5 metros; lo que puede considerase el tamaño de un guerrero en la época. Es más, si nos fijamos en sus bajorrelieves; en centro del escudo veremos una imagen parecida a una cara. Aunque -como hemos dicho- el pedernal hace ver la figura de un guerrero; portando en su parte alta un gran escudo (con el diseño común a los del Bajo Bronce peninsular). Destaca, asimismo, una enorme cítara que aparece en la zona baja y central; simulando que a cada lado de este instrumento, estarían las piernas del hombre. Al lado, detalle de la lira representada en esta pieza, donde hemos marcado su número de cuerdas. Un total de cuatro mayores o más largas (laterales) y ocho menores o más cortas (en el centro del instrumento). Esta cifra, nos lleva a pensar de nuevo en una escala diatónica en Octavas; muy semejante a la griega y a la nuestra. Es decir, de Do a Do, sin semitonos; por cuanto en el centro tendríamos las Notas Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, Do. Mientras en cada lado figurarían, en unas Octavas más bajas (a la anterior y central): Do, Re, Mi, Fa (en un lateral); Sol, La, Si, Do (en el otro). Abajo, dibujo mío de la Estela de Ervidel II -siguiendo el diseño de Mario Varela y J. Pinho Montero- (15) . Actualmente, se conserva, en el Museo de la Concepción de Beja (Portugal) y se data entorno al siglo X a.C.. Representa claramente un guerrero, tirando su lanza. Frente a ella, se halla una lira de pequeño tamaño y tras la cabeza del dignatario, vemos lo que quizás es una honda. Por su parte, el hombre luce al cinto una enorme espada común a las del Bronce Bajo peninsular y a sus pies vemos un enorme escudo en “V” también de igual tipología. Asimismo, a la derecha del individuo (nuestra izquierda) aparece un perro, probablemente indicando el uso de canes de guerra y defensa en la época. Del otro lado está su peine (peineta) y espejo; atributos comunes entre los dignatarios indoeuropeos del Bajo Bronce (muy representados en centro Europa). Finalmente, bajo el escudo, dos personajes, parecen yacer; lo que nos invita a pensar que la estela representa una escena con un militar, que hiere o mata a dos enemigos. Aunque también podría tratarse de dos soldados suyos, caídos en combate. Pero su situación, a los pies y tras el escudo, nos lleva a pensar que la escdena contiene el recuerdo de una batalla, donde el guerrero de la parte superior venció a dos grandes rivales. Observemos en todo ello, la importancia de la cítara; que figura cerca de la lanza y la espada.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, portada del libro de Angel Román LA MÚSICA EN LA IBERIA ANTIGUA (de Tarteso a Hispania); donde podemos ver la lira, en la Estela de Luna. Abajo, una caricatura mía de Angel Román, que dibujé hace años; dedicada a este musicólogo y compositor.
B-7) El Kinor y la cítara canaánea de origen hitita:
Tras recordar la leyenda de Apolo y Marsias, comprendemos mejor el significado de las cítaras entre los micénicos y sus sucesores. Relacionándose siempre estos cordófonos con la cultura y la moderación; mientras los instrumentos de percusión y viento, se consideraban unidos a la barbarie y la milicia (usados en los festivales orgiásticos tanto como en las guerras). Lo que se comprende perfectamente en nuestro estudio sobre el temple y las Escalas -Creación, temperación e improvisación (16) . Mostrando mi ponencia, que a través de la afinación de los instrumentos de cuerda, se llega a la razón filosófica de la música. Relacionada con el concepto de “armonía en quintas, cuartas y medios” = 4/3, 3/4 y 1/2; que les llevó a concebir una unión de las melodías con los sínodos y el equilibrio de los astros. Teoría filosófica de la antigüedad, que una vez resucitada durante El Renacimiento, fue la base esencial para los estudios de Galileo y Kepler (incluso, posteriormente, para los de Issac Newton). Por todo ello, la relación entre física, matemática, los temperamentos y afinaciones; comprobadas en los cordófonos. Debió concebirse desde los tiempos mas antiguos, como uno de los principios filosóficos esenciales y tan solo compresibles para los más sabios. Todo lo que se unía a la armonía del Cosmos y al conocimiento de los astros; que tan solo dominaban los sacerdotes más inteligentes y los grandes iniciados. De ello, comprendemos que la lira (especialmente la de siete cuerdas como la de Apolo) fuera el símbolo de la sabiduría; lo que puede explicar su aparición junto a guerreros y dignatarios, en las mencionadas estelas tartessio-ibéricas.
Sobre la hipótesis de que esas arpas (cítaras o forminx), llegasen antes del siglo XIII a.C. al Sur Peninsular; aún no tenemos claras evidencias arqueológicas. Aunque numerosos autores fechan las estelas donde se representan, en un arco que comprende desde el 1250 al 750 a.C.. Pese a que otros se niegan a otorgarles tanta antigüedad, datándolas entre el siglo IX y el VI a.C.. En mi opinión, se debería aseverar que esos instrumentos fueron importados a la Península, durante el Bajo Bronce. Pudiendo demostrarse que mucho antes de la Edad del Hierro, vinieron numerosos protocolonizadores a nuestras costas. Procedentes de Oriente Medio y del Egeo; buscando oro, plata, cobre y estaño en estas zonas del Occidente remoto. Cruzando el Mediterráneo, con el fin de lograr en tierras cercanas al Atlántico, esos metales tan preciados para los minóicos, micénicos, egipcios y todos cuantos estaban asentados en el Este mediterráneo. Por lo que, para fechar la llegada de esas liras a nuestras costas, hemos de tener en cuenta su aparición en las estelas de guerrero meridionales. Pero, además hay que considerar la protocolonización. Resultando una hipótesis perfectamente aceptable, creer que los cordófonos fueron importados por los primeros colonizadores y que esos instrumentos ya se conocían en nuestra Península, antes del siglo XIV a.C.. Puesto que en El Egeo y en las islas Cícladas, el “triogenon” (arpa triangular) se usaba desde comienzos de la Edad del Bronce. Igualmente sucedía durante el Minoico Medio (sobre el 1950 a.C.); pudiendo comprobarse como en Creta existía un símbolo de escritura consistente en una lira de siete cuerdas. Un signo que, claramente, se relaciona con la posterior cítara de Apolo y con el alfabeto heleno; heredado desde el fenicio -recordemos que el sistema de escritura minóico era distinto al griego y alfasilábico; de algún modo, relacionado con el ibero tartessio (lo que trataremos en el capítulo sobre Creta) (17) -.
Continuando con la posible importación de la lira hasta nuestras costas, a manos de los cretenses, micenios o chipriotas; numerosos autores afirman que tras la caída del Imperio Minoico Medio, esas liras desaparecen de Creta. Debiendo esperarse un siglo, para que lleguen a esta isla y al Egeo, otras cítaras; de distinta tipología y procedentes de Canaán. Por lo que la ausencia de arpas triangulares de siete cuerdas y de tipo cretense, que sucede al término de ese periodo (Minoico Medio); fechado después del 1580 a.C. y tras la erupción del Tera-Santorino. Apareciendo mucho más tarde en la isla y en tierras cercanas, otras liras; pero ya con la linea del Cinor (kinnor); iguales a las usadas en Canaán desde el siglo XI (que -como dijimos- eran allí muy populares). Por su parte, hemos de considerar esos cordófonos similares al “triogenon” (arpa triangular); que existían en Creta hasta la caída del Minoico Medio. Un modelo importado desde Anatolia, antes del siglo XVIII a.C. y no tanto una herencia egea. Siendo entonces cuando aparecen otras cítaras, de tipología hittita; difundidas entre los cretenses, cannaneos y sirios, de los siglos XV a.C. (previamente a la formación de Fenicia).
Los datos anteriores, pueden hacernos desestimar la teoría anteriormente expuesta; donde habíamos planteado que Los Pueblos del Mar exportaron dicho instrumento a nuestras tierras. Tanto como pondría en duda nuestra hipótesis, ya expresada; afirmando que gentes venidas de Anatolia y huyendo del Hierro, fueron quienes trajeron las liras y las estelas a nuestras costas. Pero ante tantas dudas; deseamos añadir que aunque la cítara de tipo “cinor” ya existiese en Creta y en Canaán en el siglo XV a.C.. La importancia de lo que expongo no analiza el instrumento musical y su divulgación por el Mediterráneo; sino, la cuestión es considerar a esos cordófonos como un símbolo sagrado o de poder. Es decir, plantearse quiénes importaron a nuestras tierras ese culto a las liras; tanto como para incluirlas entre los atributos máximos del guerrero o dignatario. Ante lo que debemos desestimar que fueran los púnicos, ya que en las estelas fenicias tan solo figuran diseños esquemáticos; con letras de su alefato, representando solo manos o símbolos de dioses como Melkarte, Astarté o Tanit. Muy por el contrario, las tumbas y lajas con grabados del área tartéssica, suelen representar armas o bien al difunto con su ajuar funerario. Careciendo de inscripciones en caracteres púnicos; siquiera contienen signos cultuales o religiosos de Fenicia. Apareciendo junto a esas liras, figuras, con sus accesorios, atributos y cascos; en una representación de clara raíz indoeuropea. Lo que nos lleva a pensar que se trata de estelas unidas a ritos llegados posiblemente con esos Pueblos del Mar o gentes huidas de Anatolia; que tan repetidamente hemos mencionado (al igual que el significado y uso de su lira en Tartessos). Aunque no podemos desestimar la importación de los cordófonos, a manos de cretenses o chipriotas; quienes en desde el siglo XVI a.C., abandonaron sus tierras, debido a la explosión de Tera y a las diferentes crisis que se produjeron a finales de la Edad del Bronce en el Oriente mediterráneo.
Como decimos, muy posiblemente estos instrumentos de cuerda ya habían llegado a nuestras costas a mediados del II milenio a.C.. Aunque tan solo podemos afirmar, con criterio y evidencias arqueológicas; que aparecen en zonas de influencia tartessia y en esas losas que comúnmente se datan entre los siglos XII al VI a.C.. Una etapa en que parece seguro que la lira definitivamente se conoce en la Penísula; estando ligada a cultos de enterramiento y a símbolos de poder o religión. Deducir de ello que tales forminx tengan algo que ver con los instrumentos de cuerda usados en el folklore andaluz y meridional en España; creemos que es poco científico. Pero tampoco sería acertado omitir esa sacralización de las cítaras, en el Sur y el área atlántica, durante el Bajo Bronce peninsular. Un hecho histórico ancestral, que -quizá- pudo motivar esa cultura que profesa una gran admiración hacia la música y el tañer de la cuerda (como ha sucedido en Andalucía, durante siglos). Por lo que hemos de tener muy en cuenta, la existencia de tales estelas en el área turdetana; anteriores a la llegada de los fenicios. Aunque esas liras sean del mismo tipo a las llamadas Cinor (kinnor); muy usadas en Canaán y antes mencionadas. Utilizadas desde tiempos inmemoriales, por las famosísimas citaristas sirias; que tocaban estos instrumentos en todo banquete romano de prestigio. Cordófonos que el Génesis (IV-21) afirma, fue un invento de Júbal; por lo que entendemos se trata de el arpa muy común de los canaáneos; pero también entre los anatolios. Creyendo -como dijimos- que el Cinor (kinor) realmente es de origen hitita. Habiendo sido utilizado en esa península que hoy es Turquía, desde comienzos del II milenio a.C... Siendo difundido por los Pueblos del Mar y por las gentes que debieron huir de Frigia y de Lidia. Por lo que se conoció en todo Oriente Medio, desde el siglo XII a.C.; especialmente tras el establecimiento de los filisteos en Canaán.
Finalmente, añadiremos que su nombre (cinor o kinor), de nuevo señalaría que este arpa fue un “modelo” de origen indoeuropeo. Ya que esa voz se identifica con la palabra griega que designa al cisne y al cantor (kiknos= cisne; kiknos). A ello se une la certeza histórica de que este tipo de liras, muy comunes en Siria; eran de procedencia hitita y el mismo tipo de las que llegan hasta nuestras tierras tartessias (representadas en las estelas). Por cuanto, probablemente, se usaron en la Península para acompañar el baile y el canto; tal y como se hizo por todo el Mediterráneo. Sin poder afirmarse que las mencionadas cítaras (kinors) sonasen o tocasen algunas melodía similar a las que actualmente se oyen en Andalucía. Sí podemos aseverar es que en lugares muy próximos a donde esas estelas aparecen, existieron unas bailarinas que danzaron y cantaron músicas que varios autores consideran cercanas a las flamencas. Hechos que nos dejan enormes dudas acerca de las canciones interpretadas por los tartessios con esas liras; pero, de ser parecidas a las de Gadir, podrían tener alguna relación con las del Flamenco. Tal como veremos en nuestro próximo capítulo, que dedicaremos a las “puellae gaditanae”.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes relacionadas con las estelas peninsulares. Arriba, estela fenicia fechada en el siglo VI a.C. (propiedad del Museo de Cádiz); donde podemos observar como estas aras se adornan con símbolos y caras; pero no contienen armas ni figuras esquemáticas
Al lado, dibujo coloreado por mí, de la estela de Hererra del Duque; Badajoz. Donde vemos al guerrero con su escudo, espada (al cinto), espejo y cítara de siete cuerdas.
ARRIBA Y AL LADO: la famosa estela hallada en Heredade de Abódaba (Almodobar, Portugal) expuesta en el Museo de Beja -al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. Se fecha entorno al siglo VIII a.C. y contiene un largo texto epigráfico en caracteres tartessios. Su centro se adorna con la figura antropomorfa; que muchos identifican con un músico luciendo una flauta en cada mano (quizás una convertida en gaita). Aunque otros ven en esa representación, un guerrero con dos flechas o pequeñas lanzas y puñales. Asimismo, la apariencia es que viste un tipo de coraza, cruzada en el pecho. ABAJO: Detalle muy ampliado y contrastado de la figura anterior. En este caso, observamos que el dignatario -en mi opinión- lleva dos lanzas en sus manos (cada una, en sentido inverso). Asimismo, parece lucir un pequeño arco o bien una honda (en la izquierda). Por lo que no se trataría de un músico, sino de un militar.
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CITAS:
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(1): Un modo de comprender "la sección áurea"; como "número perfecto" nacido de la triangulación sagrada entre las civilizaciones más antiguas CAPÍTULO 2 de: Hipótesis arqueológica sobre las primeras temperaciónes y escalas musicales.
https://decnossosatartessos.blogspot.com/2013/08/un-modo-de-comprender-f-la-seccion.html
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(2): Vrbs Roma II. La vida pública (El Peso de los Días) // José Guillén, MADRID 1995
(Vrbs Roma, Tomo II; Capítulo IV: La Comissatio)
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(3): SEBASTIÁN CELESTINO PÉREZ
ESTELAS DE GUERRERO Y ESTELAS DIADEMADAS. LA PRECOLONIZACION Y FORMACION DEL MUNDO TARTESICO. (Capítulo 5, 5-4 Instrumentos musicales)
BARCELONA, 2001
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(4): El conocido musicólogo y músico ANGEL ROMÁN, EN SU BLOG NOS DICE SOBRE LA LIRA, LO SIGUIENTE: Grupo Li Po // ARTÍCULO (2/03/12):
Por si no lo saben, los celtas tocaban la lira, año 2012
(Link: https://grupolipo.blogspot.com/2013/03/la-lira-de-los-celtas.html )
SIC: “La imagen muestra los restos de un posible instrumento de cuerda hallado en High Pasture Cave, en la isla de Skye (Escocia) hace ahora dos años. Al parecer, como se puede leer en este blog, la pieza que se muestra podría ser el puente de una lira de quizá 2500 años de antigüedad. En el citado blog se explica que su aspecto es similar al de otros hallazgos de instrumentos musicales de este tipo, aunque estos son un millar de años más recientes. Por tanto, los restos de la lira escocesa, que podría haber constado de hasta seis cuerdas, serían los más antiguos de Gran Bretaña en lo que a cordófonos se refiere.
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Si atendemos al ámbito celta (y protocelta), la existencia de estos instrumentos debe presumirse más antigua. De hecho, en la cultura de Hallstatt encontramos algún ejemplo de lira grabada en un vaso de bronce, que podría remontarse al siglo ca. VII (o quizá VIII) a.C. Posidonio (FHGr., III, 23) describe al gremio de los bardos, poetas-cantores celtas, como unos mantenidos por sus señores, a quienes acompañaban en los viajes y recitaban sus andanzas. Estrabón (IV, 4, 4) también los menciona junto a los vates y los druidas, como parte de un sector de la sociedad muy distinguido entre los galos. Y Diodoro Sículo (V, 32), los presenta destacando que cantaban sus poemas acompañados de instrumentos "similares a las liras griegas".
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Liras como la del hallazgo de Escocia podrían tener una estrecha relación con el cordófono que los antiguos celtas irlandeses llamaban crwth (o cruit). Su caja de resonancia era de madera y pudo llegar a tener 7 cuerdas (al menos, eso es lo que se podría pensar observando el grabado en piedra de la Lyre of Paule, considerada como the original celtic lyre). Al parecer, una característica recurrente de las primeras arpas gaélicas es la presencia de dos cuerdas afinadas en Sol por debajo del Do central, según explica Simon Chadwik, por lo que existe una posibilidad de que también la cruit estuviese afinada, y es solo una apreciación personal, dentro de ese ámbito (es decir, el Modo Hipofrigio).
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La cruit debió ser un tipo de lira y no un arpa: primero, por sus características morfológicas; y, segundo, porque los griegos tenían un nombre específico para las arpas (sambukē) que Diodoro no nombra. Por si fuera poco, otro historiador, el romano Amiano Marcelino (s. IV d.C.), la identifica igualmente con la lira. Marcelino escribe en su obra Res Gestarum (XV, 9, 8) que los celtas se sentían muy orgullosos de ella y la consideraban "un símbolo de su cultura".
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En definitiva, llama la atención cómo seiscientos años después de la Odisea los cronistas y poetas grecorromanos continuaron describiendo la manera de actuar de los bardos en La Céltica Transalpina, en La Bélgica o en La Celtiberia de igual manera que lo haría Homero en Od., VIII. Los textos de Posidonio, Estrabón o Diodoro retrataron al bardo celta siempre al lado de su señor, cantando las hazañas de éste acompañándose de su cruit. Asimismo, el bardo gozaría de una posición social privilegiada, de la misma forma que ocurría en el poema homérico: el aedo Demódoco era amable, es decir, muy querido y honrado por la gente (Od., VIII, 475-76); e incluso estaba considerado como divino (cf. Od., VIII, 45-48)” (sic Angel Román Martínez)
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(5): PROTOCOLONIZACIÓN Y PRECOLONIZACIÓN A DEBATE (PARTE PRIMERA: ANÁLISIS DE LAS CONCLUSIONES DEL PROFESOR ESCACENA) -Capítulo 117 de: "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo"-
https://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2017/04/protocolonizacion-y-precolonizacion.html
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(6): CHIPRE, COLONIZADOR PENINSULAR DURANTE LA EDAD DEL BRONCE (Mariano Torres Ortiz y Jose Ma. López Castro en “Contacto cultural entre el Mediterráneo y el Atlántico. La precolonización a debate"
https://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2017/06/chipre-colonizador-peninsular-durante.html
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(7): “LA PRECOLONIZACIÓN A DEBATE (parte tercera): Jose Clemente Martín de la Cruz -comentario a su estudio, intercalando ideas del profesor Delibes”
https://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2017/08/1la-precolonizacion-debate-parte.html
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(8): LOS PUEBLOS DEL MAR // Nancy K. Sandars; Madrid 2005 ed. Oberón
En su capítulo V, menciona lo que en estas líneas recogemos
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(9): Adolf Schulten; TARTESSOS (1921) // Capítulo XI
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(10): A los interesados en la Estela de Nora, recomendamos leer:
Tarsis en la Estela de Nora: ¿un toponimo de Occidente?
Arcádio del Castillo // EN: Sefarad 63 (2003) págs. 3-32
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(11): Sobre Norax, consultar la página de la Real Academia de la Historia:
https://historia-hispanica.rah.es/biografias/32644-norax
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(12): LAS ESTELAS DECORADAS DEL SUROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: ESTADO DE LA CUESTIÓN Y NUEVAS PERSPECTIVAS DE INVESTIGACIÓN
AUTOR: Luis Enrique Tufiño Cruz // Universidad de Valladolid (22/23)
Pag 9 SIC: “Almagro Basch defendía la hipótesis de que las armas representadas en las estelas (espadas y escudos) procedían de la zona septentrional de Europa, que fueron traídas por pueblos indoeuropeos que se desplazaron hacia el sur en búsqueda de metales debido a la presión demográfica; con lo cual, fecha las estelas en torno al siglo X a. C. ”
Pag 10 SIC: “Coffyn y Barceló consideraban que los elementos representados en las estelas eran producto del comercio atlántico con la península Ibérica durante el Bronce Final, momento en el cual esta región entraría en contacto con elementos de procedencia atlántica como las espadas de «lengua de carpa», o los escudos y la orfebrería de procedencia irlandesa. Más tarde, durante el Bronce Final III, esta red atlántica utilizaría el sur de la península como punto de partida para iniciar el comercio con el Mediterráneo Central, lo que explicaría la presencia de ciertos objetos mediterráneos en las estelas. Según esta teoría, las estelas más antiguas se datarían en el siglo XI a. C. y las más modernas en el siglo VIII a. C.”
(…) “es una de las corrientes más aceptadas por la mayoría de autores: Almagro-Gorbea, Pingel, Varela Gomes, Pinho Monteiro, etc. Según esta teoría, las estelas más antiguas absorberían los elementos procedentes del comercio atlántico, y más tarde tomarían aquellos traídos a través del comercio oriental, compaginando así las teorías atlánticas y mediterráneas, y aumentando el marco cronológico desde el siglo IX a. C. hasta el VII a. C.”
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(13): EL ORIGEN DE LAS ESTELAS DECORADAS DEL SUROESTE DE LA PENINSULA IBERICA EN EL BRONCE FINAL II (1325-1150 a.C.)
Alfredo MEDEROS MARTÍN // SIDEREUM ANA II El río Guadiana en el Bronce Final // MÉRIDA, 2012
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(14): Apolo y Marsias; VER: Diodoro Sic III,58-9 / Higinio Fábula 165 / Apolodoro I,4,2 / Plinio Hist.Nat. XVI, 89.
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(15): Las estelas decoradas do Pomar (Beja-Portugal). ESTUDIO COMOARADO
Mario Varela Gomes y J- Pinho Monteiro // 1977 SEPARATA DE TRABAJOS DE PREHISTORIA (Vol 34)
Pags. 174 y ss. (4-2; ERVIDEL II)
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(16): Creación, temperación e improvisación Angel Gómez-Morán Santafé //
La voz y la improvisación , Valladolid: Fundación Joaquín Díaz, 2008, 34-92
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(17): La Creta Prehistórica // R.W. Hutchinson // Cap. VIII “música y danza”
Fondo de Cultura Económica; MEXICO 1978






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